Fueron dos intensos días de trabajo, debates e intercambios. Experiencias feministas y militancia en tierras que hablan de nosotras; de nuestras miradas y colores de voz. De las más de 30 mujeres que tuvimos la oportunidad de encontrarnos y escucharnos en esa instancia de aprendizaje que supone el diálogo.
El Intercambio sobre género y gobernanza de internet (gigX LAC) que preparó el Programa de derechos de las mujeres de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC) en ciudad de México durante el 1 y 2 de agosto, estuvo también atravesado por el dolor. El día anterior a la actividad, cinco personas – cuatro de ellas mujeres – eran brutalmente asesinadas en el interior de un departamento ubicado en la Colonia Narvartes, apenas a unas pocas cuadras de distancia de nuestro lugar de encuentro.
El multihomicidio ocurrido el 31 de julio en el DF, y en el que asesinaron al fotoperiodista Rubén Espinosa, fue un golpe –uno más- contra la libertad de expresión en México, pero también se trató de un cuádruple feminicidio. Sin embargo, los medios masivos de comunicación invisibilizaron la violencia de género de la que fueron víctimas Nadia Vera –también activista- Yesenia Quiróz, Mile Virginia Martin y Alejandra Olivia Negrete Avilés, como si el asesinato y la violencia sexual contra mujeres en todo México ya no provocara estupor. Fueron las organizaciones sociales y feministas las que lograron quitar el violento anonimato impuesto por los medios, para dar cuenta de sus nombres, sus historias.
En ese contexto debatimos sobre la necesidad de hacer visible esta sistemática violencia contra mujeres que tiene su claro correlato en la esfera digital. Un hilo de continuidad que visibiliza la violencia machista de diferentes formas: el ciberacoso, los discursos de odio contra feministas o activistas, el doxxing, las amenazas, la persecución, la vigilancia y espionaje electrónico y el chantaje a través de la porno-venganza son solo algunas de estas expresiones que muestran cómo se ejerce la violencia contra la mujer on y offline.
Por ello, la importancia también de intervenir en los debates que a nivel regional y global hablan de la gobernanza de internet. Pero ¿qué es la gobernanza? ¿Cuáles son los principales actores que intervienen en ella? ¿de qué manera la perspectiva de género está incluida en los Foros internacionales? Sobre estas intersecciones reflexionamos mujeres de 12 países de América Latina y el Caribe. Y también nos preparamos para lo que fue el LAC IGF 8 que se realizó el 3 y 4 de agosto en Ciudad de México.
La gobernanza de internet supone una discusión realizada por múltiples partes interesadas: empresas, gobiernos y sociedad civil se reúnen a discutir aspectos relativos a la vida de internet. Pero no siempre – o casi nunca – incluyen en estas discusiones, la agenda que llevan adelante los movimientos de mujeres en cada región. Sin embargo, muchas de las compañeras lograron – desde su lugar como panelistas y como público – incidir, preguntar, y sobretodo hacer oír nuestras voces en cada sesión:
- Queremos que se reconozcan las lenguas maternas en internet
- Necesitamos generar acciones, políticas, incentivos para que las mujeres desarrollen tecnología. Las mujeres debemos aportar en esos procesos de innovación.
- El patriarcado impide el uso de internet por parte de las mujeres e inhibe su participación plena en internet. Encontramos situaciones de violación a la intimidad, y mucho más cotidiana y menos visibilizada y menos sancionada, que tienen muchas mujeres y adolescentes.
- Las tecnologías se usan para generar situaciones de acoso. La vigilancia se genera en lo cotidiano por parte de las parejas. Quien hace la denuncia finalmente es revictimizada.
- En Guajaca tenemos una población multilingüe y uno de los tres estados del sur con mayor pobreza. Tener acceso a internet es un reto. Los que están usando usos programables, son varones. Tienen que haber mujeres indígenas, rescatar las lenguas y hacer visibles lo que no se ve en muchos pueblos.
En un Foro de gobernanza de internet, donde más de la mitad de los asistentes eran varones y en solo una de las mesas de debate la moderadora fue mujer, la agenda feminista logró visibilizarse a través de intervenciones que fueron, muchas de ellas, trabajadas durante el gigX.
Las preguntas quedaron rebotando en nosotras; o en mí y en ese largo viaje de regreso a la Argentina.
¿Por qué deberíamos empoderarnos en el uso de estas tecnologías? ¿Cuáles son los riesgos y cuáles las estrategias para defendernos como activistas, periodistas, feministas, como mujeres que somos? ¿Es mejor tener acceso a internet así sea limitado a no tenerlo? ¿Quién nos vigila? ¿qué cuidados tenemos como usuarias? ¿Hay un real acceso al uso de internet? ¿Cómo y cuándo vulneran nuestro derecho a la privacidad? ¿Qué rol cumplen los intermediarios y qué respuestas tienen los gobiernos? ¿Cuáles son las diversas brechas que dan cuenta de la desigualdad en el acceso ¿Y si pudiésemos imaginar una internet feminista, cómo sería? El mal llamado ‘derecho al olvido’ genera controversias en América Latina, una región que lucha por mantener precisamente viva la memoria colectiva. Pero, ¿deberíamos poder ser “olvidadas” en internet? ¿es posible regular cuándo sí y cuándo no o en qué circunstancias un contenido puede ser eliminado de los buscadores? ¿Qué tan regulada queremos internet?
El intercambio sobre género y gobernanza de internet también fue de experiencias: conocer qué hace y cómo trabaja una organización feminista, por ejemplo, en comunidades rurales de Costa Rica, en Guacaja, o en Morelos, uno de los estados de México. “Es necesario romper con ese 80% de hombres y 20 % de mujeres trabajando en la economía digital”. Así trabajan organizaciones que promueven el liderazgo de mujeres en empresas de tecnologías o en radios comunitarias, intentando que la brecha sea cada vez menor o, al menos, que cada vez seamos más haciendo y produciendo tecnología.
Escuchar relatos de vida que han sufrido una situación de acoso virtual aprender de la vivencia de mujeres luchadoras que defienden a otras mujeres y que en esa tarea son hostigadas a través de la vigilancia electrónica que no solo realizan gobiernos sino también, trasnacionales.
Debatir sobre la neutralidad de la red, ese principio que habla de la libertad de expresión y que se ve amenazado a través de proyectos como Internet.org u otros planes de zero-rating. Sentir que podemos y debemos apropiarnos de las tecnologías de información y comunicación, dominarlas para potenciar nuestro proyecto como organización y nuestra lucha como feministas, ejerciendo el activismo y el autocuidado.
Sin duda, el Intercambio sobre género y gobernanza supone cargar con nuevos retos. En la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, Argentina, es escaso el trabajo que se realiza por hacer visible la violencia contra la mujer relacionada con las tecnologías, justamente, en una ciudad que tiene sancionada, desde hace más de dos años, una ordenanza de Emergencia por violencia de género. ¿Y la justicia, y la policía? ¿Cómo actúan las instituciones del Estado encargadas de intervenir frente a una denuncia de acoso en línea o fuera de ella? Lo cierto es que la violencia, sobretodo la vinculada a las TIC, se minimiza y se desconocen los mecanismos de actuación. El patrón es, muchas veces, exactamente el mismo cuando la denuncia tiene que ver con un maltrato físico evidente. “Cagalo a palos y tiralo a las vías”, le respondieron en la Comisaría a una vecina de un barrio marginado de Rosario, luego de reiterados intentos de denuncias por violencia de género. Los llamados al teléfono de emergencia 911 nunca tuvieron efecto y la policía insiste con que “lo hace porque está enamorado”. Jamás le tomaron la denuncia contra su ex pareja que desde hace tres meses tiene prohibición de acercamiento.
Una fotografía con el torso desnudo de una mujer realizada por la artista visual Irene Armesto, oriunda de Yucatán, apareció en una página dedicada al comercio sexual. Esa imagen, a Irene, le cambió la vida. Desde el momento en que decidió contactar al administrador del sitio dedicado a la pornografía, para solicitar el retiro de la foto, comenzó a recibir amenazas, agresiones y hostigamiento. Sus datos personales, teléfono y dirección aparecieron en la web. Cuando intentó radicar la denuncia a la policía “cibernética” encargada de estos delitos le dijeron que ya sabía de quien se trataba la persona pero que no podían hacer nada. Le “aconsejaron” que no compartiera sus fotos en internet y que, en cierta forma, se transformara ella misma en la investigadora del acoso del cual era víctima. “Si hubiese tenido 16 años cuando sucedió esto no sé que hubiese hecho. La página tiene más de 130 denuncias ante la Fiscalía dle estado de Yucatán, 4 al menos de menores de edad, y no se hace nada. De qué me sirve que la policía me diga “te puedo decir quien maneja la página y tú haces algo. ¿Por qué yo debería hacerlo si no soy policía? ¿Por qué tendría que cambiar la dirección de mi página?”. Frente a esta situación, Irene tuvo que dejar su hogar y mudarse de Yucatán.
Garantizar un real acceso a la justicia a mujeres víctimas de violencia es una de las grandes tareas pendientes por parte de los Estados, y más aún cuando enfrentamos a un poder judicial que también es patriarcal. “El 74 % de los países no hace nada para detener la violencia en línea”. No hay respuestas por parte de las autoridades y a veces, cuando las hay, caen en excesivas regulaciones que atentan contra la libertad de expresión en internet.
El encuentro organizado por APC fue también una instancia de reflexión y toma de conciencia; de construcción de poder feminista. Necesitamos contagiar e instalar los debates en la agenda de las organizaciones de mujeres, en todas. Internet es el espacio en el que intercambiamos, opinamos, activamos, interactuamos. Es fundamental que allí también podamos estar y sentirnos seguras, que esa violencia en línea no se silencie ni se ignore; que esos encuentros en redes también se potencien en las calles, allí donde una movilización sigue siendo tan importante como el ciberactivismo. Y que en cada Foro de gobernanza de internet, sigan incidiendo las mujeres feministas para hacer retumbar el eco de una voz colectiva, que es de todas, que es la nuestra, que es personal y es política.
Fuente original: enREDando
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