La inserción de las mujeres en la construcción de la tecnología (y especialmente, de las tecnologías digitales) es una problemática que viene atrayendo cada vez más el interés de diversos grupos, desde tomadores de decisiones hasta investigadores, organismos públicos, fundaciones y emprendimientos especializados en temas de tecnología y por supuesto de grupos que se reivindican como feministas.
¿Por qué llama tanto la atención la "brecha de género"? Es que, según comprueban diferentes estudios, la inequidad y la desigualdad de géneros en el campo de la tecnología no fue siempre el estándar. Un estudio del año 2013 de la Fundación Sadosky de Argentina, reconocía por ejemplo que en la década de los '70 más del 75% de los estudiantes en carreras de Ciencias de la Computación eran mujeres. Otros estudios, aún cuando menos rigurosos muestran que es justamente en la década de 1980 cuando la tendencia a nivel mundial comienza a ser la desigualdad de género en temas de tecnología.
Es difícil indagar hasta qué punto el refuerzo de los estereotipos de hombres y mujeres jugaron un rol preponderante para generar esta tendencia. También es difícil, si no imposible, buscar una causa única que la explique. La reacción conservadora de los '80 que congeló los tímidos progresos que habían realizado los movimientos sociales y feministas en la década de los '70 en relación a la equidad de género podría ser una explicación tan plausible como las demás.
El problema permaneció sin ser abordado durante muchos años, en buena medida porque las tecnologías digitales seguían siendo un tema de nicho que preocupaba solamente a los investigadores, a los académicos y a los militares. Con el auge de la computación doméstica primero y la explosión demográfica de Internet hacia fines de la década de los '90 después, se hizo cada vez más visible que existía una desigualdad galopante en la participación que las mujeres tenían en la construcción de las tecnologías digitales, tecnologías que estaban próximas a convertirse en una interfaz de uso cotidiano para buena parte de la población mundial. Así, nos encontramos con la paradoja de que las mujeres han quedado excluidas de la construcción de las mismas tecnologías digitales que ellas usan intensivamente en su vida cotidiana.
En el año 2002, Val Henson escribió un artículo de una extensión considerable llamado Cómo animar a las mujeres a Linux. El documento buscaba darle una vuelta de tuerca a prácticas habituales en las comunidades del software libre y abierto, que terminaban reforzando la exclusión de las mujeres en los grupos de usuarios de Linux. Pero recién en el año 2014, una programadora llamada Coraline Ada Ehmke desarrolló un código de conducta para contribuyentes para proyectos de software libre/abierto, cansada de los hostigamientos constantes que recibían las mujeres y las personas LGBT cuando trataban de colaborar en algún proyecto. Pasaron doce años entre 2002, cuando Val Henson escribió su "HOW-TO" y el 2014, cuando Coraline lanzó la primer versión de su código de conducta. Esto demuestra en algún punto que el problema es real, pero los avances siguen siendo escasos y difíciles de implementar.
El problema de la participación de las mujeres en la construcción de las tecnologías es complejo y difícil de abordar. Abarca desde la esfera de las políticas públicas (por ejemplo, políticas para fomentar la inserción de mujeres en carreras de ciencia y tecnología a través de becas especiales o programas de vocación tecnológica para mujeres adolescentes), hasta las prácticas culturales y sociales que refuerzan la exclusión de las mujeres, muchas veces percibidas como parte de los códigos de la cultura "geek", predominantemente masculina, y en ocasiones directamente machista.
A esa comunidad están orientadas soluciones como la de Ehmke y Henson. Y sin dudas sigue siendo útil redirigir a los hombres a que lean a conciencia la propuesta de Henson. Es útil porque está pensada específicamente para que los hombres repiensen sus prácticas consolidadas como parte de su posición de privilegio. Pero un hombre que está leyendo un artículo de esas características para repensar su posición de privilegio ya está necesariamente un paso más allá de aquel que no puede ni siquiera reconocer que la suya es una situación de privilegio. En esos casos, las mujeres somos las que tenemos que dar un paso más para avanzar en la conquista de nuestros derechos.
Hay cuatro nociones sobre lo que implica "participar en un proyecto de tecnología" que me parece necesario revisar para entender el problema colectivo al que nos enfrentamos las mujeres cuando queremos ser partícipes en la construcción de la tecnología.
La misoginia meritocrática: si yo llegué, cualquiera puede hacerlo
Esta es la versión femenina del "Read The Fucking Manual" (RTFM), tan popular entre las comunidades geeks. Es la idea de que si una mujer llegó a ser programadora/administradora de redes/cualquier otra posición, entonces cualquier otra mujer debería estar en condiciones de hacerlo, y por lo tanto si no están haciéndolo es por falta de interés. Esta premisa no toma en cuenta desigualdades e inequidades previas a la hora de acceder a la tecnología y a la educación. Los puntos de partida - y sobre todo, los procesos de aprendizaje - son siempre diferentes. Puede ser que en la época en que esta persona consiguió instalarse su Linux por primera vez fuera realmente una hazaña hacerlo, pero eso no desmerece el esfuerzo o los intentos de las demás por hacerlo ahora. Lo importante es fomentar que más mujeres participen, no sentirnos las únicas mujeres en un grupo de hombres. Es fácil caer en el placer que produce el refuerzo positivo de sentirse especial por ser la única, pero es muy fácil también que ese sentimiento se transforme en un displacer en el momento en que nuestra condición de mujeres sea motivo de discriminación.
"Show me the code": ¿el código es la única contribución válida?
Sin dudas, sin código, sin líneas de software, no existiría ningún proyecto de software. Pero es mentira que esta es la única forma de contribuir a un proyecto de software. Eventualmente, quienes programan son tan buenos programando que se olvidan de una de las partes fundamentales que garantizan la replicabilidad del proyecto: la documentación. Y por las dudas, también, muchos se olvidan de uno de los aspectos fundamentales, que es comunicar la existencia del proyecto para que otros contribuyan. Documentar, traducir, organizar la información disponible y comunicar son actividades que pueden ejecutarse en un proyecto de software que son fundamentales y necesarias, y que pueden ser la puerta de entrada para trabajar de manera asidua, en un entorno respetuoso, con personas con las que nos interesa trabajar y de las que podemos aprender.
Todos somos iguales, pero algunos somos más iguales que otros
En general, el espacio que tenemos las mujeres para experimentar es mucho más reducido que el espacio que se le asigna a los hombres. Hagan una prueba sencilla: todas aquellas mujeres que tuvieron un hermano y una computadora compartida de manera familiar, seguramente escucharon más de una vez de boca de sus madres: "déjalo a él que es el que sabe". No importa que las pruebas que los respectivos hermanos realizaran nunca funcionaran (y al final, siempre se terminaba llamando al técnico), el espacio que tienen habilitados los hombres para romper, para experimentar, para volver a romper incluso cuando todos sus intentos fracasan, son siempre mayores. ¿De qué se trata embarcarse en la aventura de contribuir a un proyecto de tecnología? Justamente, se trata de romper todo y de romperlo siempre, para después averiguar cuál es la solución que lo arregla de manera provisoria o definitiva. El miedo a la falla y el temor al error son mecanismos que impiden la experimentación y el aprendizaje. Este es el principal karma del que se tiene que liberar cualquier mujer que tenga ganas de meterse a colaborar con un proyecto de este tipo: no se trata de hacerlo perfecto sino de fallar y aprender de la falla.
Basta de patriarcado
Tu pareja puede ser el amor de tu vida, tu hermano puede ser una persona imprescindible en tu existencia y tu padre el héroe de cualquier historia, pero quizás no sean las personas más indicadas para enseñarte o ser tus tutores. Probablemente ambos terminen perdiendo la paciencia frente a cualquier desafío que se les presente, porque ellos van a sentirse interesados en el desafío de enseñarte y vos frustrada frente a la dificultad del aprendizaje. Lo más sencillo para mantener las relaciones en paz es buscarse otra persona para aprender, con la que se pueda dialogar como un par, aún cuando haya diferencias en los conocimientos. Los roles ya establecidos con nuestras parejas o nuestros familiares consolidan las diferencias en el aprendizaje, en vez de funcionar como mecanismos liberadores para abordar el desafío.
Las mujeres tenemos un enorme desafío para participar en la construcción de las tecnologías digitales. Por supuesto, necesitamos dirigirnos a nuestros compañeros hombres, remarcar su posición de privilegio y acompañarlos en la decisión de cuestionarla, para facilitar que haya más mujeres en estos espacios. Pero también podemos avanzar aprendiendo a colaborar y a participar en entornos que faciliten el aprendizaje y consoliden nuestra autoestima a la hora de contribuir en este tipo de proyectos. Lo más importante es saber que no estamos solas.
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