Photos by Vita Evangelista.

Al observar el territorio desde el que hablo a través de la mirada en picado de Google Earth, la vista de lo que llamamos Jungla de cemento me recuerda la enorme montaña de dispositivos digitales rotos y descartados con la que me crucé el otro día andando por la calle. La mentada montaña parece una parte interactiva y cambiante de una obra de arte inmersiva. Cada pantalla refleja un ángulo diferente del mismo entorno, incluyendo a sus efímeros/as habitantes. En esta reiteración precisa, las personas que actuamos somos yo mismo y otro testigo, un muchacho que revuelve vigorosamente la pila como si buscara algo que se pueda vender. 

Entre la tecno-basura, hay una caja de cartón abierta sobre la cual se lee la palabra Metalma. Aunque pasó desapercibida a primera vista, la palabra ha estado siempre mirándome directo a los ojos. En realidad, ha estado mirando el lente de la cámara de mi iphone XR, el dispositivo con el que fotografié el evento lo más rápido que pude. Por lo que sé, el lugar es conocido porque hay mucho robo de teléfonos móviles, y yo estoy en la ruina y no tengo seguro. Ya sea que lo desee o no, el dispositivo se convierte en mi par de ojos, ya que funciona como filtro a través del cual veo la realidad. Dicta mi forma de percibir el mundo y de registrar la mayor parte de mis recuerdos, incluso en el plano inconsciente.


Photo by Vita Evangelista.

La experiencia completa es un reflejo esférico en un espejo espiralado que me confronta. Examinando la montaña de dispositivos muertos, el otro muchacho y yo somos como dos moscas de ciencia ficción oportunistas y hambrientas. El mundo a nuestro alrededor parece disolverse. Es posible que hayamos ingresado a un universo paralelo que se define como lo que Hito Steyerl llama la visión de burbuja: una especie de meta-realidad diseñada según una estética que se basa en la esfera surgida de la realidad virtual y la tecnología de 360 grados. La artista Hito Steyerl sostiene que el efecto visión de burbuja, creado por y para lentes y puntos de vista esféricos, sitúa a le espectadore en el centro del mundo virtual mientras que, a la vez, no está allí. La mirada desencarnada, que se vuelve protagonista de cualquier experiencia en ese contexto, tiene total control de la realidad. Pero el cuerpo, vuelto traslúcido, es el elemento ausente de la escena, al compás del mundo que lo rodea. Y el siguiente ausente, probablemente, sea todo sentido de responsabilidad social que haya podido existir. 

¿Será posible que también sea programada la historia de la basura digital? Si es así, ¿quién estará organizando todo esto? No pude evitar la idea de un vínculo entre la sensación de que había algún tipo de omnipresencia y la mención de Hito sobre el Salvator Mundi (Salvador del mundo) — la pintura de Leonardo Da Vinci en la que se ve el busto de un Cristo blanco. Con una esfera de cristal que simboliza la Tierra en la palma de su mano izquierda, el Cristo levanta la mano derecha para dar la bendición. No pude evitar la idea de que, por haber sido descubierta hace apenas una década, existe alguna posibilidad de que esa pintura haya viajado a través del espacio-tiempo. No pude menos que pensar que la realidad física también puede ser una puesta en escena; tal vez, hackeada; o tal vez, nada de eso. En todo caso, sé que me vigilan múltiples cámaras. No pude evitar pensar en la humanidad como la verdadera basura - animada y chorreante de estiércol - del capitalismo digital.


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Más tarde, al mirar las fotografías en mi teléfono móvil, deslizo los dedos por la pantalla de vidrio para estrujar la imagen a fin de ver más detalles del mundo: Metalma. Parece un neologismo hecho a partir de una combinación entre el prefijo meta y el nombre alma. De etimología griega, meta significa después o más allá  y se utiliza comúnmente como una indicación de autorreferencia. Alma, incluso, viene del latín anima y aparece en numerosos contextos diferentes, tanto a nivel histórico como mundial. Suele referirse a una fuerza indeterminada que anima a las criaturas vivas (humanas y más allá), o incluso a la vida misma. En inglés — la lengua extralimitada e imperialista en la que fue inicialmente escrito este texto – se dice que las almas pueden perderse y alejarse de los cuerpos que las alojan cuando mueren, al igual que los dispositivos descartados que se apilan en el asfalto. Quizá la caja de cartón fue abierta para que un alma perdida pudiera alejarse libremente hacia nuevos mundos; tal vez esté sentada y quietita ahí dentro porque ha olvidado como ser libre; quizá haya quedado atrapada en las lagunas y encrucijadas de la esfera del metaverso. 

Por otro lado, el punto de vista de Google Earth sobre la ciudad de São Paulo también me recuerda una imagen que encontré por casualidad en línea, que ilustraba el aspecto de una compostera en un estado más avanzado de putrefacción. En este caso, tanto los efectos de la decadencia de Occidente, como la propia referencia a la multiplicidad de formas de vida que se invierten en los procesos de putrefacción tienen sentido para mí. Sin embargo, lo que sucedió en aquel momento fue que actué sin pensar, en base a las migajas  de decadencia occidental que llevo impresas: reduje la escena completa y compleja a una única imagen digital. Ese impulso humano – aparentemente, de supervivencia - de captar en imágenes todo lo experimentado. Es verdad que, en diferentes tipos de capitalismo, la manera en que algunas formas de vida (humanas y otras) son sistemáticamente consideradas como algo desechable también refleja las maneras de producir, consumir y desechar imágenes digitales. Las realidades metropolitanas actuales siempre parecen preparadas para su publicación en las redes sociales.


Photo by Vita Evangelista.

Al mirar para afuera por la única ventana del claustrofóbico apartamento al que acabo de mudarme, veo un fragmento de la monumental y elevada vía rápida que atraviesa el centro de la ciudad de São Paulo. La vía rápida funciona como puente rizomático – una especie de cuerpo monstruoso que se estira más allá de sus límites físicos para alcanzar distintos tipos de mundos socialmente contrastados. Transporta vida humana y no humana a través del tiempo y el espacio dando pasos alegres y ruidosos al compás de grandes cargas de emisión de dióxido de carbono: es lo peor del capitalismo neoliberal, tosiendo su afán de lucro abiertamente preocupado. 

Inspirándose en el arácnido y una miríada de otras criaturas, Haraway sostiene que el pensamiento tentacular puede brindar un enfoque inteligente en relación a la destrucción planetaria. 

La araña infame de Donna Haraway, Pima Cthulhu, ha emergido de telas realmente profundas para enfrentarse al predicamento de la rama de filosofía holística ecológica según la cual todo está conectado con todo, y enseñar que Nadie vive en todas partes; todo el mundo vive en algún lado. Nada está conectado a todo; todo está conectado a algo. Inspirada por el arácnido y una miríada de otras criaturas, Haraway sostiene que pensar de manera tentacular puede ofrecer una perspectiva más inteligente sobre los asuntos relativos a la destrucción planetaria. 

A diferencia de las ya mencionadas cosmovisiones esféricas y orbitales de las que habla Steyerl, la tentacularidad se nutre de los hilos de las conexiones interespecies y toma a la multiplicidad de criaturas que habitan la Tierra como una importante fuente de conocimiento. 

A fin de quitar al anthropo del centro del debate sobre la era geológica actual, que desde la década de 1980 se considera el Antropoceno, Haraway propone Chthuluceno como expresión más adecuada; y también humusidades en lugar de humanidades; y humus en lugar de homos.

Con esto en mente (y cuerpo), no parece una coincidencia el hecho de que la autopista que se ve por la ventana de mi apartamento se llame popularmente  Minhocão, que significa, literalmente Gusanote. Si pensamos en la realidad caótica, compleja y de múltiples niveles de la ciudad como una compostera, yo podría convertirme en un grano del suelo, una larva, o quizá en un único huevo de lombriz o gusano – todo lo cual, a pesar de tener una forma más o menos esférica de huevo, tendría pocas posibilidades de supervivencia, además de poco sentido si tuviera que existir en completo aislamiento. Sin importar en qué me convertiría, seguramente necesitaría colectivizarme. 

Sin embargo, frente a la transición continua, formas de vida tan diferentes se viven  traduciendo, cambiando y deformando según el contexto en el que terminan inmersas. Larvas, polvo, cuerpos humanos, suelo, insectos, almas, animas, básicamente meta-cualquier cosa… el sentido atribuido a las cosas y los seres nunca es rígido, ya que el sentido no puede nacer si no es de manera relacional. 

La compleja experiencia de ser una persona transgénero y latinoamericana de piel clara, que además ha sido migrante en el norte de Europa durante la última década, me enseñó que mi cuerpo adquiere diferentes significados según los muy diversos contextos sociales, culturales y geopolíticos donde habita. En Europa occidental he sido siempre clasificado como una persona latina no blanca, mientras que en Brasil me perciben socialmente como blanco.

Esta y otras experiencias, que reflejan el concepto de Sartre sobre la mirada del otro como algo constitutivo en el proceso de formación de la autoconciencia, me han dado la capacidad (quizá post traumática) de desencarnar concientemente la mirada propia: permitir que la conciencia flote fuera del cuerpo para poder ver desde múltiples perspectivas; percibirse a uno/a mismo/a desde diferentes cosmovisiones; enajenarse; auto-otredad; no creer inmediatamente lo que parece darse por sentado en un contexto cultural y social determinado, sobre todo en momentos en los que eso deriva de sistemas sociopolíticos que insisten en privilegiar sólo a una minoría en detrimento de la humanidad de tantas otras personas. 

La blanquitud, en tanto que significante vacío, siempre es un concepto traslúcido, invisible y hueco. Astuta, quiere renunciar a la responsabilidad de la autoidentificación, ya que su hegemonía se mantiene más poderosa mientras permanece invisible. Para desarmar la supremacía blanca y deconstruir el dominio racial blanco, lo invisible debe hacerse visible y lo que no tiene marca debe ser marcado. Ya hace tiempo que la blanquedad debería ser lo ajeno.

Una analogía posible para esto podría ser el díptico en graffiti que se ve por mi ventana, del lado izquierdo. Frente a la vía rápida, dos altos edificios tienen pintada la misma frase, una en letras negras sobre fondo blanco y la otra en blanco sobre negro. La frase, que forma una suerte de yin yang, dice así: Yo sabía que tú existías.


Photo by Vita Evangelista.

Para mí, la obra es un homenaje al reconocimiento de la humanidad hacia las personas, una referencia al abrazar y tomar conciencia de la diferencia social. Graffitis como éste se ven por todo el centro de la ciudad. Aunque parecen tener la intención de inspirar una cosmovisión desprejuiciada y más justa, resulta imposible ignorar el contraste que divide tan profundamente la realidad entre ese tipo de imagen del mundo y la espantosa dinámica real de la vida y sus territorios adyacentes. 

Si bien el acceso a una vivienda digna debería ser un derecho constitucional, la burbuja de los bienes raíces no va a parar de inflarse mientras que la población de personas sin techo sigue creciendo. Otro cruel reflejo del efecto burbuja del capitalismo tardío es que la carencia de vivienda no había sido algo inminente para la gran mayoría de las personas de Brasil en mucho tiempo, y esta es sin duda otra lucha racial. La ciudad parece vestida para una fiesta a la que la mayor parte de la población nunca será invitada. Es una fiesta organizada por y para muy pocas personas, y la lista VIP debe ser borrada. 

Volviendo al pensamiento tentacular de Donna Haraway, ella afirma que lo tentacular no son figuras desencarnadas, pero que se trata también de mallas y redes, criaturas, dentro y fuera de las nubes. La tentacularidad consiste en vivir a lo largo de líneas – una gran riqueza de líneas – no en puntos, ni en esferas.

¿Acaso las líneas de Haraway podrían reventar esas burbujas, o convertir puntos en nudos?


Photo by Vita Evangelista.

Son las 9 de la noche y estoy mirando para afuera por la ventana de mi apartamento otra vez. La autopista ya está cerrada para la noche y el Gusanote está quieto. En letra mayúscula sin serifa, está pintada la palabra DEVAGAR sobre el trozo de asfalto que veo al mirar a través de la malla de protección para gatos que tengo instalada en la ventana. La traducción literal sería despacio, pero también se puede leer como DE-VAGAR, que entonces refiere a algo, o alguien que está hecho para vagar. O también se podría leer como DEVA-GAR, lo que en lengua vernácula en línea constituye una suerte de mandato de furia. 

A veces, la misma palabra parece un recordatorio de parar y respirar profundamente. A veces, es una petición de rabia. A veces parece una oda a la ternura. Otras veces, me urge a no dejar de avanzar. 


Photo by Vita Evangelista.

Pocos metros a la izquierda de esa palabra, hay una figura humana casi traslúcida, pintada en celeste. El cuerpo parece flotar sobre las vías, en forma horizontal y diagonal. También podría estar nadando contra el tráfico en esta especie de río revuelto; o bailando libremente, solo, mientras todos los demás parecen no poder detener la exhausta coreografía. El cuerpo levanta el brazo izquierdo hasta alcanzar una línea que está pintada de blanco sobre el asfalto. Con el dedo índice levantado, la toca. ¿Recuerdan la pintura de Da Vinci, ese viaje en el tiempo que viene del pasado a nuestro tiempo presente, que muestra a una suerte de Cristo blanco salvador levantando su mano derecha para bendecir una esfera de cristal? Esta criatura azul no hace una cosa así.

Tampoco crea nada nuevo, por si piensan que de repente voy a hacer referencia a la pintura de Miguel Angel en la que Dios crea a Adán. No. El cuerpo celeste parece más bien estar acariciando una de las líneas de Haraway. Sólo le interesaría cuidar lo que ya está aquí.

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