"¿Qué nos vas a dar tú a nosotras?" La pregunta me sorprendió. Había pasado dos días en la organización—que estudiaría como parte de mi tesis doctoral sobre feminismo, tecnologías digitales y desarrollo—cuando la coordinadora me preguntó cómo planificaba reciprocar su colaboración en mi investigación. Los miembros de la organización consideraron que mi llegada fue abrupta y ajena a su modelo de trabajo colaborativo, a pesar de que había estado planificando el viaje con la coordinadora durante varios meses.
Es cierto que cuando llegué, inmediatamente comencé a programar entrevistas individuales con las activistas. Comprendí en las siguientes semanas que esta no es la forma en que trabajan y viven. Trabajan en colaboración, comparten tareas y experiencia, ingresos y espacio, conocimiento y solidaridad. Sus proyectos de investigación con las comunidades son siempre participativos: se basan en conocimientos, métodos y objetivos compartidos.
Yo era una mujer portorriqueña que estudiaba un doctorado en una universidad en Estados Unidos que de repente llegó para realizar entrevistas personales en su espacio de reunión. Les pareció bastante violento. A medida que pasaron los días, me di cuenta que para poder estudiar esta organización, necesitaba mucho más que entrevistas: tenía que convertirme en una compañera. Tuve que dejar que mi investigación se moviera por la emoción y la solidaridad.
Comprendí en las siguientes semanas que esta no es la forma en que trabajan y viven. Trabajan en colaboración, comparten tareas y experiencia, ingresos y espacio, conocimiento y solidaridad.
Por una metodología feminista y decolonial
¿Qué significa emplear una metodología feminista y decolonial? La metodología feminista y decolonial es participativa, horizontal, colaborativa, y centra a las personas, sus historias y voces. No impone categorías ni etiquetas; escucha y legitima otros saberes y formas de ser y hacer.
La metodología feminista, la verdadera, se opone ferozmente a la extracción de conocimientos, y tiene como objetivo hacer una aportación a las comunidades. Esa aportación debe ser, en primer lugar, definida por esas comunidades. Estos principios también pueden aplicarse cuando estudiamos datos, cuerpos y territorios en internet. La “investigación,” como bien dice la teórica feminista indígena Linda Tuhiwai Smith1, no se puede desligar del colonialismo. Sirvió para construir a un “otro”—en este caso a los indígenas colonizados—desde un lugar de privilegio racista, misógino y de desprecio por las sexualidades y los géneros diversos.
La metodología feminista y decolonial es participativa, horizontal, colaborativa, y centra a las personas, sus historias y voces.
“La palabra investigación es probablemente una de las palabras más sucias en el vocabulario del mundo indígena,” nos explica Tuhiwai. La feminista postcolonial, Chandra Mohanty2, escribió en 1988 un texto fundamental en el que critica duramente cómo las académicas blancas del norte construyen al sujeto “del tercer mundo” como una víctima sin agencia en espera de ser salvada. Mohanty explica que la académica blanca y privilegiada se posiciona como parte de un grupo de mujeres emancipadas, independientes y fuertes que—contrario a sus hermanas del sur—han logrado derechos e igualdad. Estas fórmulas de investigación, lamentablemente, se continúan llevando a cabo hoy día.
Modelos capitalistas de producción también en la investigación social
Cada vez son más las exigencias de la academia de producir constantemente y publicar con rapidez bajo un modelo capitalista y neoliberal que cuantifica el conocimiento. En este frenesí por lograr permanencias y plazas en contextos laborales cada vez más precarios, emplear una metodología feminista y decolonial es cada vez más urgente, y más difícil. La academia pide resultados inmediatos, y la metodología feminista requiere tiempo para construir relaciones solidarias y articular conocimientos justos.
Aun en medio de esta vorágine, he logrado construir relaciones que van más allá de la visita para hacer entrevistas: comparto mis borradores, presento mi trabajo para recibir retroalimentación, y trato de hacer una aportación definida por las participantes. Permanezco atenta a las relaciones de poder entre investigadora/participante. Aunque las asimetrías de poder no se pueden superar por completo, estoy en reflexión constante durante todas las etapas de la investigación: el trabajo de campo, las entrevistas y observaciones, el análisis de datos y la escritura.
“Investigar” se convierte así en “colaborar”, en hacerse copartícipe de los sentires y haceres de las personas con las que trabajamos. La metodología feminista y decolonial nos enseña a ser colaboradoras, en vez de considerarnos expertas en las vidas de lxs demás. La metodología feminista se centra en el proceso, a las personas, y no solamente los resultados.
Aunque las asimetrías de poder no se pueden superar por completo, estoy en reflexión constante durante todas las etapas de la investigación: el trabajo de campo, las entrevistas y observaciones, el análisis de datos y la escritura.
A lo largo de mi estudio, me di cuenta de que mi estado como insider/outsider3 era fluido y siempre cambiante. Ser una mujer caribeña no me convertía automáticamente en una compañera. Ganar la confianza de estas activistas ha sido un proceso difícil, emotivo y gratificante que continúa hasta hoy.
Convertirse en compañera no significa dejar de ser críticos: ellas mismas están en una constante reflexión de su trabajo. Sin embargo, admitiré que al principio me resultó difícil ser crítica, y con el tiempo me di cuenta de que confiere complejidad a mis argumentos y al mismo tiempo hace una contribución a la organización. En este proceso de darme cuenta de la naturaleza compleja y contradictoria del trabajo de esta organización, mantuve un profundo respeto y cariño tanto por la organización como por sus miembrxs.
La emoción como fuente de conocimiento
La investigación feminista no debe requerir "la ausencia de emociones del proceso de investigación"4, como lo hace la metodología positivista. El paradigma eurocéntrico desplazó la emoción como fuente de conocimiento, y en ese marco se ha construido una modernidad a base de la violencia, la opresión, la injusticia. Estoy comprometida con incorporar el sentimiento, la solidaridad y la ternura en mis investigaciones. Las emociones se desarrollaron de dos maneras principales en mi investigación: por un lado, mis emociones como investigadora y las de las activistas, y, por otro, las emociones como objeto de estudio. Los sentimientos y la intimidad también han sido hallazgos de mi investigación.
Estoy comprometida con incorporar el sentimiento, la solidaridad y la ternura en mis investigaciones.
La teoría feminista5 provee escritos poderosos sobre la emoción, el amor y la solidaridad como actos de resistencia. Pero las lecciones más importantes me las enseñaron las activistas: lecciones de feminismo real, practicadas en su quehacer cotidiano, basadas en la solidaridad, la honestidad y la humanidad. Construyen, piensan, y sienten desde el cuerpo colectivo que genera posibilidades de transformación, que abre caminos para la solidaridad, el amor por los lxs otrxs, por la tierra, por el espacio común, desde la marginalidad y lo invisibilizado.
Cuando publiqué mi primer artículo académico sobre esta organización, la coordinadora escribió en las redes sociales: “gracias por ayudarnos a entendernos mejor”. Espero que mi investigación continúe contribuyendo a su extraordinario trabajo.
Ilustración: Asociación de consumidores orgánicos
1Smith, Linda Tuhiwai. 2012. Decolonizing Methodologies: Research and Indigenous Peoples. Londres: Zed Books.
2Mohanty, Chandra T. 1988. “Under Western Eyes: Feminist Scholarship and Colonial Discourses.” Feminist Review 30: 61-88.
3Naples, Nancy. 2003. Feminism and Method: Ethnography, Discourse Analysis, and Activist Research. New York: Routledge.
4Collins, Patricia Hill. 2000. Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness, and the Politics of Empowerment. New York: Psychology Press.
5Anzaldúa, Gloria. 1987. Borderlands/La Frontera: The New Mestiza. San Francisco: Aunt Lute Books; Lorde, Audre. 1984. Sister Outsider: Essays and Speeches. New York: Random House; Sandoval, Chela. 2000. Methodology of the Oppressed. Minneapolis: University of Minnesota Press.
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