Debido a numerosos desencuentros y críticas por parte de pensadoras/es feministas, junto con las reacciones de una sociedad heteronormativa y patriarcal, el feminismo se encuentra constantemente sometido a cambios y compromisos políticos. Las repercusiones negativas que genera hoy la “ideología de género” en diferentes partes del mundo, a raíz de la influencia de políticos/as y activistas conservadores/as de derecha, son un buen ejemplo de ello. Lo más importante es que, como ideología progresista, el feminismo se reformula y se actualiza para responder a las diversas experiencias, el conocimiento teórico y una interpretación del mundo de las comunidades menos privilegiadas, específicamente las mujeres, las personas queer y los individuos y colectivos de género diverso. 1
Sin embargo, lo que se presenta como una constante en la historia del feminismo es la resistencia contra marcos metodológicos y resultados de investigación que excluyen sistemáticamente la experiencia de los individuos y las comunidades menos privilegiadas, basándose en la intersección de identidades – raza, género, casta, sexualidad y etnicidad.2
En este sentido, las feministas del Sur global critican la naturaleza “despojadora de contexto”3 de los métodos de investigación positivista que se presentan como productores de conocimiento imparcial,4 y el hecho de que la representación de la realidad de “la experiencia humana” se entienda desde un marco de ideas androcéntricas y heteronormativas del mundo. Así, la experiencia de las mujeres, la comunidad LGBTQIA y otros colectivos marginados han permanecido ausentes de la investigación y las subvenciones. Se ha llegado hasta a argumentar que, debido a sus limitaciones metodológicas, ni siquiera las investigaciones que incluyen a las mujeres y otras comunidades marginadas logran articular completamente su experiencia.5
La incapacidad de representar completamente la realidad y las experiencias de las mujeres y las comunidades marginadas ha llevado a las feministas de diversas disciplinas a explorar métodos feministas de investigación que alteren el proceso y ofrezcan formas alternativas de producir conocimiento.6 Por ejemplo, en respuesta directa al enfoque positivista, la comunidad académica e investigadora feminista empiricista se ha vuelto conocida por crear un proyecto que incluye mujeres al igual que individuos y colectivos queer en las muestras de investigación.7
El argumento es que resulta imposible producir conocimiento objetivo y verdadero sin incluir a la mitad de la población del mundo. Este ejercicio reveló una forma diferente de producir conocimiento sin cambiar las preguntas de investigación. Se recurrió, simplemente, a ampliar el espectro de participantes de la investigación. El hecho de incluir mujeres e individuos queer como participantes de investigación implica por sí mismo plantear las preguntas de manera diferente, ampliar el lente teórico, incorporar diferentes perspectivas de interpretación de datos y, por ende, una producción de conocimiento diferente.8
Resulta imposible producir conocimiento objetivo y verdadero sin incluir a la mitad de la población del mundo
Las investigadoras feministas con interés en la tecnología deberíamos formular la siguiente pregunta: ¿cómo podría contribuir la investigación a liberar y transformar la tecnología para que puedan aprovecharla en todo su potencial las mujeres, las personas de género diverso y los grupos vulnerables por su raza, casta, etnicidad, etc? ¿En qué medida puede servir nuestro compromiso feminista para poner en cuestión las regulaciones, el escrutinio, la exclusión y el disciplinamiento de los individuos marginados? ¿Y cómo podemos alterar la infraestructura normalizada que impone la “responsabilidad individual” de las prácticas de internet para reforzar las dinámicas de poder basadas en cuestiones de género y legitimar la violencia contra las mujeres y las comunidades LGBTQIA+?
En este sentido, nuestra investigación en el campo de la tecnología también debería interrogar a la propia infraestructura de internet – desde la conectividad, hasta el hardware, pasando por la interfase – que regula las conductas sociales, políticas, económicas, culturales e interpersonales, y ahoga la imaginación sobre formas alternativas de relacionarse. Por último, hay que reconocer que, si bien resulta esencial investigar estos problemas complejos, también es imperativo que las investigadoras feministas de tecnología establezcan mecanismos libres de la dar lugar a la expresión de las identidades silenciadas y vulnerables, clasificables según el modo binario de la analogía según la cual las mujeres y las personas queer no tienen ningún poder.9
A menudo, la multiplicidad de diseños metodológicos y exploraciones analíticas en la investigación feminista apuntan intencionalmente al cultivo de la justicia social, el empoderamiento y la emancipación de las comunidades menos privilegiadas.10 Sin embargo, Haraway11 y Harding12 sostienen que, aún con las mejores intenciones, la investigación y la producción de conocimiento nunca son imparciales. Ambos llevan a cabo una función ideológica particular que produce, influye, altera, transforma y perfila la forma en la que entendemos el mundo que nos rodea y más allá.
Sin duda, reflexionar sobre estas limitaciones en nuestra investigación sobre las TIC es igual de importante. Una de las herramientas de la reflexión poscolonialista es la teoría del punto de vista.13 Esta teoría tuvo un rol importante a la hora de concretar las diferencias entre la investigación tradicional y los métodos de investigación feminista. La teoría feminista del punto de vista considera y reconoce a las/os participantes de la investigación como productoras/es de conocimiento de su propia realidad. La teoría del punto de vista (Standpoint theory) exige que las investigadoras feministas atiendan y valoren principalmente el conocimiento y las experiencias contextualizadas de los grupos oprimidos y menos privilegiados de la sociedad.14
La teoría feminista del punto de vista considera y reconoce a las/os participantes de la investigación como productoras/es de conocimiento de su propia realidad.
Desde una perspectiva metodológica, la teoría del punto de vista sigue siendo muy funcional para mostrar las dinámicas de poder condiconadas por el género que se manifiestan en las diversas prácticas existentes junto con las ideologías dominantes de equilibrio de género. Por ejemplo, si bien buena parte de la investigación feminista en el sector TIC identifica el discurso movilizador que critica a la tecnología por “no ser neutra en relación al género”,15 persiste la necesidad de explorar cómo y por qué funcionan esos discursos y las prácticas asociadas a ellos. Sobre todo, la experiencia de las mujeres y la comunidad LGBTQIA+ – diseño de algoritmos, negligencia de la brecha digital, mano de obra digital no regulada y no paga, etc.
¿Cuáles son las estrategias, subversivas u otras, que se utilizan para regular la inclusión de grupos habitualmente marginados y las experiencias de reacciones adversas con intervenciones tecnológicas feministas? Y más allá de la crítica hacia las operaciones de los aparatos reguladores nacionales, ¿cómo operan las instituciones sociales y culturales en cuanto mecanismos perpetuadores de la marginación y la violencia en línea? Estas y otras preguntas se pueden plantear y analizar mejor utilizando marcos teóricos interseccionales y de punto de vista, diseñando intencionalmente preguntas de investigación que contribuyan a complejizar la analogía normativa de la “brecha de género” de forma provocativa.
El principio de investigación feminista se centra en el desmantelamiento a de la dinámica de poder que posiciona a los/as investigadores/as como “expertos/as” y “conocedores/as”, mientras los/as participantes son meramente sujetos de estudio.16 El proceso de cuestionamiento a la identidad del/a investigador/a por parte de los/as participantes de la investigación no es algo puntual y la reflexión escrita no es un protocolo pre elaborado del análisis feminista. Se trata en cambio de un proceso constante que apunta a cuestionar y eliminar los desequilibrios de poder entre el/la a investigador/a y los/as participantes de la investigación.17 Las/os investigadoras/es feministas tienen que estar atentas/os a sus declaraciones de poder, reflexionar sobre las mismas y considerarse a sí mismas/os como una parte más del proceso de investigación.18
Más allá de poner el foco en las dinámicas de poder que se generan entre investigadoras/es y participantes en la investigación, Widerberg19 propone que las/os feministas entiendan al poder como “un asunto a problematizar en cuanto a la relación misma de la producción de conocimiento”. A menos que se reflexione de manera crítica sobre este tema, ese poder puede borrar el importante papel de los/as participantes en el proceso de creación del conocimiento.20
Esto se vuelve aún más complicado al analizar la producción de conocimiento relativo a la tecnología y la relación entre Norte y Sur, que es inherentemente asimétrica y en la que “la jerarquía entre el Norte global como productor de conocimiento y el Sur como espacio pasivo en el que actúa dicho conocimiento”21 contribuye a crear el mito popular de que la tecnología se produce en otros sitios, y no en el “Sur global”.
Está claro que no existe una solución para todo en lo que se refiere a estas complejas jerarquías de poder. También es limitante acercarse a las prácticas de reflexión desde la perspectiva de las políticas de la identidad. Las autodescripciones tales como “Soy una mujer blanca que vive en el Norte global y trabaja en el área de la investigación tecnológica en el Sur global”, por ejemplo, no son de gran utilidad. De hecho, reducen la política que subyace a la postura de la investigadora y la parcialidad en la producción del conocimiento, y desconocen la importancia de preguntas como “quiénes son los actores que se benefician o se perjudican en el proceso de investigación; de quién es el trabajo físico, mental y emocional en esta investigación; de quién son los recursos que se utilizan; etc”. 22
Tal vez, el ejercicio de las/os investigadoras/es feministas sea aspirar a crear un conocimiento “no jerárquico, no autoritario, no explotador y no manipulador”.23 Y todo esto se basa en la fuerza de la intención y el compromiso ético, así como la posición política de la/el investigador/a, que debe hacerse responsable y buscar siempre alguna forma alternativa de desmantelar las dinámicas de poder.
La/el investigador/a, que debe hacerse responsable y buscar siempre alguna forma alternativa de desmantelar las dinámicas de poder.
Para definir reflexividad, Sultana escribe: “La reflexividad en una investigación implica reflexionar sobre el self, el proceso y la representación, y examinar en forma crítica las políticas y relaciones de poder presentes en el proceso de investigación, además de la responsabilidad del/a investigador/a a la hora de recolectar datos e interpretarlos”. 24 England, por su parte, sostiene: “La reflexividad es una introspección simpática y autocrítica, y el escrutinio analítico y autoconciente del self como investigador/a. Sin duda, la reflexividad es clave en la conducta en el campo de trabajo; induce al autodescubrimiento y puede generar percepciones y nuevas hipótesis sobre las preguntas de la investigación.” 25
En definitiva, esta práctica reflexiva subjetiva convierte al proceso de investigación en algo más significativo y comprometido en términos políticos. Esto significa que todo proceso de investigación, sobre todo la recolección de datos, ya sea fuera de línea o en una plataforma digital, implica ocupar un “espacio posicionado” y negociar estructuras sociales – por ejemplo, negociar una estructura con marcas de género como la de una investigadora queer, negra y mujer del Sur global en una sociedad profundamente racista y patriarcal.
Cuando empecé a escribir esta sección específicamente, revisé las experiencias de investigación que realicé durante mi maestría en estudios de género. La investigación se centró en el efecto de desempoderamiento del derecho consuetudinario, sobre todo para las mujeres, que ahora se consideran parte de la Constitución etíope.26 Se trató de un trabajo etnográfico centrado en las prácticas culturales del pueblo Gurage como estudio de caso. Esta investigación me acercó mucho a mi cultura y al principio confié en el hecho de mi pertenencia y familiaridad con el grupo. Sin embargo, mi experiencia de campo fue completamente diferente de lo que había imaginado.
La experiencia incorporada durante el proceso reflexivo y el análisis detallado ponen en evidencia todo lo que tomamos de las personas que participan en nuestras investigaciones y lo poco que damos a cambio. Para mí, se trató de una importante toma de conciencia sobre la irreconciliable relación entre poder y realidad.27 Y ello me llevó a “exponer” mi experiencia de trabajo de campo mediante una reflexión abierta sobre el proceso de investigación, además de contribuir a generar una mayor y mejor comprensión de la parcialidad del conocimiento y la clarísima brecha que hay dentro del binario interno o integrante (insider) y foráneo (outsider). 28
La experiencia incorporada durante el proceso reflexivo y el análisis detallado ponen en evidencia todo lo que tomamos de las personas que participan en nuestras investigaciones y lo poco que damos a cambio.
Es muy importante que las personas que se dedican a la investigación y son integrantes o foráneas, ya sea en términos geográficos, como en varios espectros de la identidad política, presten atención a la posicionalidad. Así, los/as expertos/as que se posicionan como “foráneos” pero logran acceder a la comunidad a través de privilegios neoliberales extendidos, tales como la clase, la raza, el género y otras identidades, deberían reflexionar sobre la mejor manera de procesar esta dinámica para desafiar las dinámicas de poder y cambiar la ambición individualista de obtener conocimientos comunales.
Esto no significa que los/as investigadores/as que son “integrantes”, también conocidos/as como “investigadores/as locales” de la comunidad, no corran riesgos en relación a este poder posesivo. En realidad, estos/as investigadores/as también tienen poder y privilegios que van de la mano de la “confianza de la comunidad”, gracias a la identidad compartida.29 Esos son el poder y el privilegio que se supone que evalúen los/as investigadores/as internos/as. Debido a la familiaridad de la cultura, la lengua y los valores sociales, el riesgo podría estar en la creación de un discurso que perpetúe el estereotipo, o minimice la violencia, la opresión y las desigualdades existentes.30
De hecho, la pertenencia (insiderness) y la ajenidad (outsiderness) no constituyen un fenómeno estadístico y cambian según el compromiso y la actuación de la persona que investiga.31 La pertenencia/ajenidad de quien investiga depende muchísimo de la capacidad del/a investigador/a para reconocer la autoridad y el privilegio de su mirada, y de su interés e intento de practicar la reciprocidad del conocimiento.32
Fronteras borrosas e identidades cambiantes
Lo que se vuelve cada vez más difícil para los/as investigadores/as que no están involucrados/as en su campo de trabajo es explorar las posibilidades de investigar desde un marco feminista y reflexivo - por ejemplo, una investigación en redes sociales donde investigador/a y participantes no comparten el mismo espacio físico, o en la que ni siquiera se conocen. Estas fronteras borrosas e identidades cambiantes requieren una reflexión crítica en nuestra investigación feminista respecto de las subjetividades que produce tal encuentro.
Sin embargo, reconocer y reflejar las múltiples posiciones que ocupa la persona que investiga y analizar las posiciones identitarias de insider/outsider sirve para ver cómo influye esta posicionalidad en el marco metodológico, la recolección de datos, la interpretación de los hallazgos y los resultados de investigación.33 “Después de todo, las ‘voces’ de las personas entrevistadas no hablan por sí mismas… en realidad, es la persona que investiga la que elige cómo interpretar estas voces y qué fragmentos transcribe para presentar como prueba.”34
Estas son sólo algunas de las cuestiones que se debatieron en el diálogo aún más amplio sobre las prácticas de investigación feminista, sobre todo en el proyecto Feminist internet Research Network (FIRN, Red de investigación para una internet feminista), a cargo del Programa de Derechos de las Mujeres (PDM) de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (APC).
Lo que es urgente para las/os investigadoras/es de tecnología feminista y quizá el verdadero y único propósito de esta edición en GendetIT.org es preguntar, criticar y reflexionar sobre la posibilidad de replicar “formas de conocer feministas” en las investigaciones sobre tecnología. Esta colección de ensayos identifica resueltamente los desafíos y la innovación metodológica necesaria cuando se aplica intencionalmente una metodología de investigación feminista en las prácticas de investigación tecnológica.
Los ensayos no están escritos desde la posición de “especialistas”, sino como una exploración de prácticas autoreflexivas cuya intención es promover la colaboración con la red, la participación en un viaje colectivo de profundización en el trabajo feminista actual y una conversación dentro y más allá de FIRN. Estas son las conversaciones que se han venido desarrollando en diversas ramas del trabajo en pos de la producción de conocimiento de feministas e investigadores/as de diversas partes del mundo.
Footnotes
1 Oakley, A. (1997). The gendering of methodology: An experiment in knowing. Seminar to Swedish Collegium for Advanced Study in the Social Sciences, Uppsala, Sweden, 10th April.; Brooks, A., & Hesse-Biber, S. N. (2007). An invitation to feminist research. Feminist research practice: A primer, 1-24.; Wambui, J. (2013). An introduction to feminist research. University of Nairobi: Kenya.; Tandon, A. (2018). Feminist Methodology in Technology Research: A Literature Review. Centre for Internet & Society: India
2Collins, P. H. (2004). Some Group Matters: Intersectionality, Situated Standpoints, and Black Feminist Thought. In Feminist Frontiers, 6th Edition, Boston: McGraw-Hill, pp 66 –84.; Mohanty, C. (1991). Under Western Eyes: Feminist Scholarship and Colonial Discourses. In Mohanty, C., Russo, A., And Torres, L. (eds), “Third World Women and the Politics of Feminism”, Indiana University Press.; Harding, S. (2004). The Feminist STANDPOINT Theory Reader: Intellectual and Political Controversies. Routledge, New York and London.; Narayan, U. (1997). Westernization, Respect for Cultures and Third-World Feminists. In Narayan, U. Dislocating Cultures: Identities, Traditions and Third-World Feminism. New York and London: Routledge.; Rege, S. (1998). Dalit women talk differently: A critique of'difference'and towards a Dalit feminist standpoint position. Economic and Political Weekly, WS39-WS46.; Wylie, A. (2004). Why Standpoint Matters. In Feminist STANDPOINT Theory Reader: Intellectual and Political Controversies, Routledge, New York and London.
3 Wambui, J. (2013). An introduction to feminist research. University of Nairobi: Kenya.
4 Ibid.
5 Brooks, A., & Hesse-Biber, S. N. (2007). An invitation to feminist research. Feminist research practice: A primer, 1-24.
6 Tandon, A. (2018). Feminist Methodology in Technology Research: A Literature Review. Centre for Internet & Society: India
7 Brooks and Hesse-Biber. (2007) Op. cit.; Wambui. (2013) Op. cit.; Tandon. A., (2018). Op. cit.
8 Brooks, A., & Hesse-Biber, S. N. (2007). Op. cit.
9 Kee, J. (2018). Imagine a feminist internet. Development. https://doi.org/10.1057/s41301-017-0137-2
10 Wambui, J. (2013). Op. cit.
11 Haraway, D. (1988). Situated knowledges: The science question in feminism and the privilege of partial perspective. Feminist studies, 14(3), 575-599.
12 Harding, S. (1990). Feminism, science, and the anti-Enlightenment critique. In L. Nicholson (Ed.), Feminism/postmodernism. New York & London: Routledge
13 Harding, S. (2004). The Feminist STANDPOINT Theory Reader: Intellectual and Political Controversies. Routledge, New York and London.
14 Wylie, A. (2004). Why Standpoint Matters. In Feminist STANDPOINT Theory Reader: Intellectual and Political Controversies, Routledge, New York and London.
15 Gurumurthy, A. (2004). GENDER and ICTs. An Overview Report, Bridge Development–Gender Institute of Development Studies.; Buskens, I., & Webb, A. (2009). African women and ICTs: Investigating technology, gender and empowerment. Zed Books Ltd.; Buskens, I., & Webb, A. (2014). Women and ICT in Africa and the Middle East: Changing selves, changing societies. Zed Books, London, GB.
16Tandon, A. (2018). Op. cit.
17 Sultana, F. (2007). Reflexivity, Positionality and Participatory Ethics: Negotiating Fieldwork Dilemmas in International Research. ACME: An International E-Journal for Critical Geographies, Vol, 6 (3), PP 374-385, Department of Geography, King‟s College London, The Strand, London
18 Nagar, R and Geiger, S. (2007). Reflexivity and Positionality in Feminist Fieldwork Revisited. In eds. Adam, T., Eric S., Jamie P., and Trevor B. Politics and Practice in Economic Geography. London: Sage, pp. 267-278.; Davault, M. L. (1999). Speaking up, carefully, Authorship and authority in Feminist Writing. in Liberating Method: Feminism and Social Research (PP, 187-191). Philadelphia: Temple University Press.
19 Widerberg, K. (2007). Among “The Others”: Migration and Gender and the Ethnographic Approach. University of Oslo.
20 Nagar, R and Geiger, S. (2007). Op. cit. Adam, T., Eric S., Jamie P., and Trevor B. Politics and Practice in Economic Geography. London: Sage, pp. 267-278.
21 Tandon, A. (2018). Op. cit.
22 Ibid. page 9
23 Wambui, J. (2007). Op. cit.
24 Sultana, F. (2007). Op. cit.
25 England, K. V. (1994). Op. cit.
26Hussen, S. T. (2009) Empowering the nation, disempowering women: The case of Kitcha Customary Law in Ethiopia, Agenda: Empowering women for gender equity, 23:82, 94-99. URL: http://dx.doi.org/10.1080/10130950.2009.9676279
27Sultana, F. (2007). Op. cit.
28Hussen, S. T. (2014). Exploring “Familiar” Spaces in Feminist Ethnographic Fieldwork: Critical Reflections of Fieldwork Experience in Gurage, Ethiopia. In Academic Research Journal, Vol. 2(1), pp. 12 – 19. URL: http://www.academicresearchjournals.org/IJPSD/PDF/2014/January/Tigist.pdf
29 Hussen, S. T (2014)
30 Ibid.
31 Mullings, B. (1999). Op. cit.
32 Hussen, S.T. (2014). Op. cit.
33 Humphrey C. (2007). Op. cit.
34 Wambui, J. (2013). Op. cit.
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