Este artículo es parte de una serie de columnas que publicaremos en GenderIT. Cuatro columnistas escribirán en los próximos meses, 2 lo harán para la publicación en inglés y 2 para castellano. Se referirán a temas y asuntos sobre los que queremos aprender y reflexionar más. Angélica Contreras (México) escribirá sobre las mujeres jóvenes y sus vidas inmersas en la tecnología y Evelin Heidel (Argentina) compartirá sus experiencias en temas de género y tecnología, ambas en castellano. En inglés, Nadika Nadja (India) explorará las experiencias de escribir y crear contenidos en línea para sí y para otras personas trans y Sonia Randhawa (Malasia) escribirá sobre los vínculos entre el cambio climático y la justicia de género.
Hace poco más de un mes atrás, el segundo fin de semana de octubre, alrededor de 70.000 mujeres se encontraron en la ciudad argentina de Rosario para el XXXI Encuentro Nacional de Mujeres: un evento que se viene realizando de manera ininterrumpida desde el año 1986, y que cada año reúne más mujeres para encontrarse, discutir y compartir sus realidades.
El Encuentro nació luego de que un grupo de argentinas fuera invitada a la III Conferencia Mundial sobre la Mujer celebrada en Nairobi, en 1985, donde se discutieron los logros del Decenio de la Mujer. América Latina experimentaba en esos momentos el fin de las dictaduras sangrientas que habían marcado buena parte de la década anterior. El contexto parecía propicio para impulsar un encuentro de mujeres que discutiera la realidad post-dictadura y se movilizara para conseguir mayores derechos. Así, al primer encuentro asistieron unas mil mujeres, que fueron multiplicándose cada año, hasta llegar a las 70.000 de este año en Rosario.
El crecimiento experimentado en los últimos años del Encuentro se debe en buena medida a la emergencia de género en la que se encuentra el país: se estima que en Argentina cada 30 horas muere una mujer víctima de violencia de género. El Encuentro articula y se nutre de esas realidades tan duras, las digiere con su bronca, las combate con propuestas.
Sin embargo, el objetivo de los Encuentros no es mostrar esa cara tan frecuente que piensa los problemas de géneros sólo como violencia física y que identifica a las mujeres meramente como víctimas. Por el contrario, el Encuentro busca ser un espacio donde las mujeres pueden identificarse como forjadoras de su propia historia, donde se les permite expresarse sin temor a ser juzgadas y donde, sobre todo, no están subordinadas a la mirada de ese otro masculino. Los talleres son la columna vertebral del encuentro: organizados temáticamente, las mujeres se reúnen para discutir desde cannabis y adicciones, terapias alternativas, sindicalismo, hasta ciencia y tecnología. Este es el aspecto menos conocido y más relegado por los medios masivos de comunicación.
El Encuentro articula y se nutre de esas realidades tan duras, las digiere con su bronca, las combate con propuestas.
Este año, el Encuentro tuvo 69 talleres. El dedicado a Mujeres, Ciencia y Tecnología tuvo que ser, por primera vez, desdoblado en dos talleres diferentes: tal fue el número de concurrencia con el que contó. El primer día del taller transcurre entre entusiasmo y catarsis: las mujeres necesitan liberarse de las dificultades cotidianas antes de poder pensar en las propuestas.
Lucía (bióloga, becaria doctoral del CONICET y miembro de Jóvenes Científicos Precarizados), una de las moderadoras de uno de los talleres, resumía su experiencia de esta forma: "Yo vine a otros encuentros a esta misma comisión y no había tantas compañeras, y esta vez tuvimos que hacer dos talleres, hubo mucho interés por participar"
Evelin ¿Y cuáles son los temas que se discuten generalmente, en tu experiencia?
Lucía: En este taller hay temas recurrentes, por ejemplo, el hecho de que en los primeros estamentos de la carrera hay muchas mujeres, incluso podemos llegar a ser mayoría, pero a medida que avanza la carrera científica, quedamos menos. Esto se relaciona con las condiciones laborales de precarización, que nos afectan a todos, pero a las mujeres en particular, en relación a la elección de ser madres, a la ausencia de licencias por paternidad y al hecho de que muchas veces todo el peso de la decisión de tener una familia, recae sobre las compañeras. En un sistema meritocrático como es el sistema científico, esto inevitablemente las retrasa en relación a sus compañeros varones."
Otra compañera que asistió al taller comentaba la utilidad que tuvo el taller en otro momento de su vida, cuando se encontraba trabajando en el sistema privado. María Inés estudió Sistemas de la Información, es científica repatriada y auxiliar de investigación y docencia en una universidad de Francia.
María Inés: Cuando yo empecé a estudiar, la carrera no me resultó difícil. Tuve muchos episodios de discriminación de género, desde profesores que me decían que yo tenía que agradecer la posibilidad que me daba la universidad de estar estudiando ingeniería hasta acosos. Y trabajando en el sector privado, mientras trabajaba en investigación y desarrollo, también sufrí este machismo. En esa época vine a un encuentro de mujeres y al menos me sentí contenida en el encuentro, porque al estar subrepresentada en las universidades de ciencia o en las compañías de informática, que están llenas de hombres, ni siquiera encontramos colegas para compartir la experiencia. Tuve que venir a un encuentro de mujeres para poder decírselo a alguien básicamente.
mientras trabajaba en investigación y desarrollo, también sufrí este machismo
Evelin: ¿Y qué le dirías hoy a una joven si se encontrara en la misma situación que vos?
María Inés: Denuncialo. No es normal y hay que buscar maneras inteligentes de denunciarlo.
Maia es una de esas mujeres jóvenes. Es una rosarina simpática de 22 años que estudia Ingeniería Electrónica en la Universidad Nacional de Rosario y que afirma que decidió estudiar Ingeniería Electrónica porque “no era muy buena para leer". Lo afirma casi como si fuera una idea natural: las mujeres leen y los hombres experimentan. "Creo que hay que sacar el estigma de las carreras. Las carreras no son para mujeres o para hombres. Ingeniería, y sobre todo Ingeniería Electrónica, es vista como una carrera para hombres, y no tiene por qué ser así. Yo quiero poder estar ahí sin que me vean con cara rara. Si puede haber un maestro jardinero, ¿por qué no va a haber una ingeniera electrónica?".
Victoria, una diseñadora industrial de 34 años, complementa esa visión. "Cuando yo empecé éramos muy pocas, pero eso fue cambiando en los últimos años. Creo que en términos académicos estamos parejos: en los lugares que tienen más que ver con la capacitación, con la transferencia, el análisis y la investigación, es donde mayormente hay mujeres. Pero tenemos poca incidencia en las cuestiones que involucran las resoluciones de producto y las decisiones de mercado. Hay poca inserción en decisiones claves respecto al negocio que implica desarrollar un nuevo producto, cuando ponés el dinero, aparece la cuestión de género muy clara. Cuando llega el momento del dinero... las mujeres estamos en el apoyo del proyecto, pero el empresariado es masculino."
Evelin: ¿Y cómo se podría resolver esto?
Victoria: A mí me parece que a grandes rasgos tenemos toda una estructura académica orientada hacia las ciencias sociales, desconocemos a veces y nos sentimos orgullosas de desconocer las lógicas del mercado, lo cual nos aleja aún más de poder interpelarlas y disputarlas. Creo que necesitamos mucha más orientación. No sé si hacia las carreras técnicas, pero sí de que las mujeres tengamos más injerencia en la lógica de los negocios y conozcamos cómo funcionan esas cosas.
Discutiendo estigmas y prejuicios
En el taller también estuvieron presentes las posturas que discuten con el mercado de la investigación. Andrea, una matemática que estudia transferencias de calor y hace ciencia básica, expresa su preocupación por la orientación de la ciencia en Argentina: "a mí me preocupan las transformaciones que está viviendo la ciencia en Argentina, en relación a una nueva postura que tiene que ver más con una ciencia pensada para hacer desarrollo tecnológico. Me parece que es algo que vale la pena que nos sentemos todas a pensarlo".
Ailén, ingeniera civil, aporta con su experiencia: "Yo estuve varios años en un instituto de investigación, trabajaba en el transporte de contaminantes en la zona de suelo donde el contenido de humedad era variable. Me distancié de eso porque terminé trabajando para un proyecto de la Unión Europea en el que inyectaban el dióxido de carbono en los acuíferos que no eran destinados al consumo de agua. No era feliz haciendo mi trabajo, me parecía que era esconder la basura abajo de la alfombra. Ahora me reencuentro otra vez con las escuelas secundarias técnicas y me encanta."
Francisca, una chilena que estudia Geología, remarca: "creo que necesitamos tener autonomía en los conocimientos, y después, en las prácticas. Pero necesitamos poder acceder a ese conocimiento que es tan elitista y también tratar de bajarlo un poco de los lugares tan institucionalizados y academicistas."
Hay nociones que están en nuestras mamás, en nuestras abuelas, de realmente no ser agentes de producción de tecnología
El taller llega a su fin, después de dos días de discusiones. Es el fin de todos los talleres y también del Encuentro. Sólo queda la marcha: es el punto culminante del Encuentro. Una expresión impresionante de energía colectiva, de cuerpos diversos, desnudos, vestidos, negros, blancos, pintados, con pañuelos verdes por la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, con los pañuelos blancos de las Madres de Plaza de Mayo, con miles de mujeres que llevan en sus pechos las fotos de Milagro Sala, activista social presa.
Este es el espacio más estigmatizado por la prensa, que se rebela furiosa frente a la presencia de esas mujeres: se producen críticas por las pintadas en las calles y se justifica la represión policial y las golpizas de grupos extremistas que año a año manchan la marcha. Lo que para un partido de fútbol se califica como "folclore", para una marcha del Encuentro se califica en la prensa como "provocaciones" y demás calificativos que buscan mostrar al Encuentro como un encuentro lleno de violencia. Pero la convocatoria no cesa y cada año se suman más mujeres.
En esa marcha vamos caminando con Victoria, la diseñadora industrial. Vamos entre todas esas mujeres que marchan contra los mandatos impuestos y los autoimpuestos: así cierra Victoria sus reflexiones.
"Nosotras estamos criadas para no entender cómo funcionan las cosas. Y para no experimentar con ellas. Es el miedo al botón autodestructivo. Si me equivoco explota. Hay nociones que están en nuestras mamás, en nuestras abuelas, de realmente no ser agentes de producción de tecnología. Nosotras producimos artefactos sociotécnicos que tienen valor social pero que no tienen valor de mercado. Hay un montón de casos, mujeres pescadoras, alfareras, constructoras de casas, reparadoras, lo que sea, que producen mucho conocimiento, pero falta articulación. Producen tecnología que no se valora porque no tiene valor de mercado. Esas son las nociones contra las que hay que luchar. Somos productoras también, no meras consumidoras.
Foto: Analía Cid - Tomado de: http://www.marcha.org.ar/gallery/31enm-en-sororidad-y-empoderadas/ con Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional
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