Los cambios de los escenarios comunicacionales han tenido impacto en el trabajo comunicacional de los grupos organizados de mujeres. Tales grupos han sido permeables a las nuevas transformaciones tecnológicas y han modificado las políticas de intervención hacia los medios de comunicación.
Sin embargo, en estas nuevas formas de intervención corren el riesgo de mantener algunas de las características más tradicionales de sus apuestas comunicacionales, esto es, en forma lenta, con resistencias y desconfianzas, y alto riesgo de reproducir un trabajo aislado con leve impacto en lo público.
Este artículo es una reflexión sobre las distintas formas que ha tenido la relación de los grupos de mujeres con los medios de comunicación, la manera en que ésta se ha modificado frente a los nuevos escenarios comunicacionales, las características de las nuevas estrategias, específicamente los monitoreos, y los elementos a los cuales debemos estar atentas para no reproducir errores pasados.
Comunicación y género
Comunicación y género han sido poderosos significantes de los profundos cambios y actual modernidad en la cual estamos inmersas. La dimensión de género –en tanto temática social– y los medios de comunicación se han desarrollado y transformado con gran rapidez en las últimas décadas.
Sin embargo, estas transformaciones han tenido como resultado desarrollos divergentes, manteniendo el sino de la complicada relación entre los medios de comunicación y los movimientos sociales. Aunque reconocemos que la relación entre los medios y las mujeres se establece en el marco de las desigualdades preexistentes a la expansión comunicacional, y que ellos no son los causantes de la marginación y desigualdad de las mujeres frente a los hombres; la manera de presentarlas, proyectarlas, representarlas o usarlas, puede potenciar o disminuir no sólo su marginación, sino también las inequidades de género.
La realidad nos muestra que la relación entre ambas dimensiones ha sido compleja. Esto no ha sido fortuito, más bien es el claro resultado del funcionamiento de dos lógicas distintas: una, definida principalmente por el mercado y otra, por la visión académica, social y política inherente a los estudios de género.
Una relación histórica
La relación de los grupos de mujeres y los medios ha sido históricamente conflictiva. Las primeras acciones comunicacionales de las mujeres organizadas se focalizaron en la denuncia y crítica de los contenidos de los medios de comunicación masivos. De esta forma, se estableció entre ambos sectores una conexión marcada por la desconfianza y el desinterés. Esto ha fomentado el desencuentro, impidiendo el diálogo, el mutuo conocimiento y, fundamentalmente, ha relegado el enfoque de género y la participación de las mujeres de importantes escenarios comunicacionales.
De la crítica de los contenidos, los grupos de mujeres modificaron su estrategia y pasaron a crear y mantener un circuito paralelo a los medios de comunicación masiva, teniendo un importante papel en la generación de la comunicación alternativa. En ese momento, era la forma más enérgica y radical de enfrentarse a los poderosos sistemas de comunicación dominantes: crear potentes espacios discursivos donde las mujeres organizadas inventaban y hacían circular contradiscursos. Estos grupos, a través de diversos medios y acciones, dieron inicio a un pionero y significativo movimiento comunicacional, produciendo información voluminosa, original y diversa que permitió generar una producción de mensajes en el campo simbólico-político, desde sus intereses y necesidades.
Esta gestión comunicacional fue tan dinámica que logró alcanzar las propiedades de una industria de mensajes, evolucionando desde los productos alternativos más genuinos de la educación popular –cartillas, volantes, entre muchos otros– hacia la creación de medios de comunicación masivos como emisoras radiales, producción cinematográfica, editoriales internacionales, periódicos y revistas, y hoy en día, privilegiando la comunicación via internet: páginas webs, portales, bitácoras.
Cada una de las estrategias mencionadas mantuvo una relación distinta con los medios de comunicación. Desde el enfoque confrontacional sostenido por la crítica de los contenidos, los grupos de mujeres pasaron a sostener, por una parte, una total indiferencia hacia la producción de éstos y, por otra, una enorme complacencia con el trabajo comunicacional que se estaba produciendo desde sus instituciones.
Sin duda, el trabajo comunicacional ha sido un fiel acompañante de los grupos organizados de mujeres. Les ha permitido, por ejemplo, distribuir y difundir provocadoras observaciones y propuestas que han surgido desde el centro de la reflexión teórica del quehacer feminista. Pero también hay que decir que esta intensa labor de difusión se mantuvo, generalmente, en un ámbito cerrado, ajeno a los grandes circuitos de distribución de mensajes y, lo más importante, lejos de la escena pública y con escaso impacto sobre ella.
Por otra parte, este sistema de seguir en un circuito paralelo por tanto tiempo, benefició a los medios de comunicación masiva, quienes abusaron de esta separación y se descomprometieron absolutamente de las demandas y reflexiones de los grupos sociales en este terreno. Como nunca fueron exigidos, tampoco consideraron necesario responder a ninguna demanda de las mujeres o de otros grupos sociales. Esto creó un imaginario colectivo sobre los medios, que rige hasta ahora, que los identifica como empresas económicas como cualquier otra, olvidándose el impacto cultural que tiene el producto simbólico que transmite.
Además, esta posición no relacional de los medios con los movimientos o grupos interesados, ha intensificado la actitud de los medios de responder sólo a los intereses del mercado; ha mantenido complicidades con los intereses desde el poder y, lo más importante, ha hecho desaparecer las posibilidades de construir el derecho de las personas a participar, opinar, evaluar el sistema de productos simbólicos más poderoso de estos momentos.
Las transformaciones del escenario medial
En estas últimas décadas ha tenido lugar una explosión de la comunicación lo cual ha generado nuevas formas de operar e interrelacionarse en la sociedad. El desarrollo tecnológico de las industrias de mensajes y de los medios de comunicación se ha transformado en uno de los fenómenos más significativos en el ámbito de las relaciones sociales, acelerando y cambiando rápidamente las formas colectivas de informarse, comunicarse y vivir.
Desde nuestra perspectiva, uno de los impactos más importantes es la primacía que adquieren los medios de comunicación frente al repliegue de otros referentes públicos, instalándose como “los espacios de conversación colectiva”, transformándose en los principales emisores y canales de información pública que dan cuenta sobre lo que sucede en la sociedad. Además, producto de este proceso, se ha ido conformando un relato social definido, sobre todo, por los objetivos económicos y orientaciones ideológicas que movilizan a los medios.
Así, los medios (en especial, la televisión) han logrado transformarse en el principal referente de productos simbólicos de la cotidianeidad de las personas. En el libro Los ejercicios del ver, sus autores grafican esta situación y mencionan “la desproporción del espacio social que el medio ocupa”, indicando que la importancia de los medios es proporcional a la ausencia de otros espacios políticos. En el mismo texto se señala que son “las debilidades de las sociedades civiles, los largos empantanamientos políticos y profunda esquizofrenia cultural de las elites los que recargan cotidianamente la desmesurada capacidad de representación que ha adquirido la televisión” (Martín- Barbero y Rey; 1999).
Los nuevos aires del trabajo comunicacional
La transformación del escenario comunicacional requirió de nuevas reflexiones y exigió nuevos enfoques para hablar de los medios de comunicación desde el género. Las mujeres participantes en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995) fueron sensibles a las nuevas condiciones y respondieron a los nuevos roles de las comunicaciones, específicamente de los medios de comunicación, con la sección J de la Plataforma de Acción (La mujer y los medios de difusión), recomendando una serie de acciones respecto a los medios. Si bien esta sección tiene limitaciones, también debemos ver en ella la trascendencia de deificar la dimensión comunicacional y traer nuevos aires a la reflexión de las mujeres.
Los nuevos escenarios han revivido los estudios comunicacionales con una intensidad similar a la de la época de los años setenta. Cada día aumenta el volumen de las investigaciones sobre los medios de comunicación, sus transformaciones y sus impactos. Sin embargo, desde la perspectiva de género y los estudios de las mujeres, la mayoría de estos avances y reflexiones son parcialmente útiles, ya que se persiste en cometer el mismo error histórico de la mayoría de los estudios: omitir en su reflexión la perspectiva de género.
Las transformaciones mediales también han dado pie para que muchos de los análisis comunicacionales den cuenta de las características de la modernidad en América Latina y de la exposición –a través de los medios– de audiencias específicas a la “cultura moderna”, suponiendo que un público con fuentes culturales diferentes consume estilos de vida distintos y nuevos referentes culturales.
Si bien no se puede negar que los medios permiten el acceso a nuevos discursos culturales y sentidos simbólicos, también es cierto que en el caso de los contenidos transmitidos, concretamente en la representación de las mujeres, no se visualizan grandes transformaciones. Por tanto, hay un tema pendiente que no nos deja arribar completamente a la tan mencionada y esperada modernidad. Resulta incongruente que los medios no asuman el tema de la desigualdad y discriminación entre hombres y mujeres y que ésta se presente como un mero dato de nuestras contradicciones locales. Si no existe la urgencia política cultural y económica de superar esta discriminación no existe un terreno propicio para la modernidad.
No obstante, es necesario reconocer que existen actualmente algunos discursos que permiten un cierto reconocimiento de las mujeres en lo público, específicamente en los medios de comunicación. Uno es el de la diversidad, puesto que la modernidad ha levantado la cuestión del otro, el reconocimiento de lo diverso. En ese discurso las mujeres hemos sido mencionadas, o, para ser más precisas, se mencionan los logros del movimiento feminista.
El otro discurso es el de la propuesta del mercado, en el cual hemos sido integradas como consumidoras y/o recurso activo para promover el consumo, como en el caso de la publicidad. Si bien estos factores pueden facilitar el camino hacia una mejor relación con los medios de comunicación, definitivamente no la pueden resolver. Estas formas dan cuenta de nuevos aspectos, pero dejan pendiente el tema de las desigualdades.
Es en este contexto que surge la necesidad de generación de un nuevo conocimiento, la necesidad de ampliación del limitado cuerpo teórico comunicacional construido hasta el momento. Es decir, continuar atentas y observar esta situación, ver qué nuevos discursos y relatos nos ofrecen los medios y evaluar cuánto las mujeres podemos celebrar los mentados beneficios de las transformaciones comunicacionales.
Modificando las propuestas: los monitoreos
El seguimiento de los medios de comunicación, o monitoreo, tiene que ver con la posibilidad de comenzar a reconocer, desde la necesidad de superar la discriminación de las mujeres, el escenario medial. Como hemos señalado, el campo cognitivo en esta área ha sido insuficiente para la reflexión desde el género. Algunos elementos por los cuales consideramos el monitoreo de los medios de comunicación como una de las propuestas válidas para aportar a los estudios comunicacionales en estos momentos y para modificar las situaciones anteriormente descritas, son los siguientes:
Refrescar y actualizar la reflexión sobre la temática. Un monitoreo permite generar información independiente no sumisa a los lineamientos del mercado. En nuestro país, desde este espacio (el mercado), existe casi un monopolio de producción cognitiva sobre los medios. La mayoría del corpus de conocimiento en torno a los medios de comunicación surge desde los intereses del mercado, desde el rating, y este no es compartido con los grupos que mantienen un contradiscurso, tales como el de los grupos sociales y/o académicos. En este marco, generar conocimiento con objetivos que respondan a intereses sociales no sólo es válido sino también muy necesario.
La creación de información sistematizada genera nuevos datos para establecer nuevas relaciones entre los grupos organizados de mujeres con los medios de comunicación. Sin este fundamento empírico y analítico, se tiende a sostener posturas ideológicas polarizadas que, por una parte, consideran que los medios se integraron a la modernidad y representan igualitariamente a mujeres y hombres; y por otra, que los medios no han asumido ningún cambio y, por tanto, mantienen los aspectos más tradicionales en la representación de las mujeres.
Nuevos enfoques, nuevos aportes. Uno de los aportes de la propuesta de monitoreo es recrear la lectura crítica y superar la denuncia tosca que generó resistencias por parte de los medios. Esto es muy evidente en la sostenida crítica a las telenovelas y también a otros productos comunicacionales de contenidos populares. Esta postura se refuerza en la focalización de muchos estudios comunicacionales en la información “dura”, en los mensajes de los noticieros y los programas políticos por sobre otros tipos de contenidos. De esta forma, desde las críticas de los contenidos se ha privilegiado una propuesta profundamente tradicional y patriarcal, cómplice de lo excluyente y desvalorizada de los contenidos cercanos al mundo tradicional femenino.
Este enfoque comunicacional también ha mantenido la dicotomía público-privado colocando los énfasis en lo que podríamos denominar comunicación pública, cercana a la comunicación política tradicional, no prestando atención a los mensajes que reflejan el mundo privado, el espacio cotidiano de las mujeres. Por ejemplo, de alguna forma nos hemos reñido con la relación simbólica establecida entre el espacio familiar y lo femenino.
Este espacio, aunque lo reconocemos como fundamental, como discurso de pertenencia, ha sido cedido “por omisión” a los grupos de nueva masculinidad y a los grupos de derecha. Las mujeres organizadas se han jugado principalmente por incidir en el mundo público, por transformar las imágenes de las mujeres en términos de igualdad con la representación valorada del mundo masculino. Si bien se pensó que esta postura era una apuesta políticamente correcta, estamos en un momento en el que podemos matizarla o modificarla con el objetivo de superar la tradicional dicotomía entre lo masculino y lo femenino que ésta conlleva. Intentando ingresar en esta lógica de lo público nos hemos quedado a medio camino, en un lugar inestable y debilitado.
Haber mantenido esta estrategia por demasiado tiempo, sin haberle introducido cambios, ha sido pagado muy caro por los grupos feministas al no haber logrado atraer a las otras mujeres ni acercarse a ellas. Por el contrario, ha generado gran resistencia en los mismos grupos a los cuales se quiere representar. Esta crítica no tiene intención de negar que existen otros poderosos factores que también inciden en la desconfianza hacia los grupos organizados de mujeres, pero desde nuestros compromisos políticos el tema “comunicación, medios, relación con las mujeres”, merece una reflexión autocrítica que nos permita identificar los factores que podamos aportar y que son fundamentales cambiar.
Recuperar terreno. Siguiendo este mismo argumento, es importante tener en cuenta los criterios que usamos al momento de privilegiar cierto tipo de información por sobre otro al seleccionar los contenidos que monitoreamos. Los medios de comunicación construyen sus sistemas mediales mediante una diversidad de formas de expresión y contenidos. El capital simbólico se manifiesta en todos sus mensajes y a través de los distintos tipos de información, no sólo en la de carácter político o el establecimiento de agendas, sino en un sinnúmero de expresiones tales como música, telenovela, shows, entre otros, que acompañan a las personas en su cotidianeidad y que en estos momentos se han transformado en fuentes cognitivas esenciales de representaciones y sensibilidades.
La mayoría de los trabajos tienen como objetivo lograr que las mujeres estemos en los medios. Aunque esto es importante, debiera ser complementario a la posibilidad de construir modelos de cómo estar. La televisión es un caso: por sus propias necesidades expresivas, estéticas, por los géneros que transmite, ella requiere de la presencia femenina. Así, si un monitoreo da cuenta de una alta presencia femenina en los noticieros televisivos, y omite que esta presencia mantiene, por lo general, la expresión tradicional de víctima o de recurso mediático emotivo, nos permite agregar a nuestras propuestas la modificación de representación. Estar en la escena mediática no es suficiente, ésta nos debe interesar en la medida que tengamos la posibilidad de hacer una propuesta de expresión distinta, que modifique la lógica tradicional imperante.
Observaciones finales
En la vida de hombres y mujeres han ocurrido grandes transformaciones en sus vidas social y cotidiana. Estas han dado paso a una reordenación de los indicadores objetivos de la organización social, y de los factores subjetivos de las construcciones simbólicas de los nuevos sentidos de hombres y mujeres. Los medios de comunicación, a pesar de la modernidad, no han logrado incorporar plenamente estas transformaciones significativas en la representación del orden socialmente establecido en las relaciones de género.
Los medios de comunicación han adquirido un protagonismo en la escena pública de forma vertiginosa. Si bien esto responde al desarrollo tecnológico, también han alcanzado una nueva identidad como importante actor social que al mismo tiempo que concentra los flujos de información, monopoliza el escenario de las conversaciones sociales colectivas. Igualmente, para los medios todo ha sido demasiado rápido y el desconcierto se refleja especialmente en su producción. A las nuevas condiciones han respondido sin generar una reflexión acorde con el vértigo de los cambios.
Por ejemplo, los monitoreos nos han permitido darnos cuenta de que, en general, los medios continúan construyendo sus contenidos sin modificar la añeja noción de lo que es noticia. En una de las observaciones que hicimos a partir de un estudio sobre tres periódicos en el Proyecto de Comunicación y Género (Silva, Torres y Cáceres, 1998) se relaciona la subrepresentación de las mujeres con la lógica que tradicionalmente los medios sostienen sobre lo que es noticia. Esta se define por lo que sucede principalmente en el mundo público, en el mundo político y en los sucesos que tienen características de tragedia y/o hechos que transgreden claramente el orden establecido. Esta noción de conflicto y tragedia en el mundo público son las dimensiones subyacentes en la construcción de la actualidad.
Desde una perspectiva de género, este concepto de noticia restringe el registro y la emergencia de la mujer como protagonista de la actualidad medial. En ese estudio concluíamos que desde el proceso de los cambios de las relaciones de género podíamos apostar que, gradualmente, un mayor número de mujeres participará en el ámbito publico y adquirirá mayor protagonismo en eventos considerados noticiosos. Esta lógica logrará, probablemente demasiado lentamente, una representación más equitativa en la representación de mujeres. Pero agregábamos que, desde una perspectiva de cambio desde los medios, sería importante que éstos asumieran una transformación de lo que es noticia. En tal sentido, los medios tienen otra tarea pendiente (con las mujeres).
En realidad, las transformaciones de los escenarios mediales evidencia un desnivel entre su desarrollo tecnológico y los sentidos de sus contenidos. La reflexión sobre cada uno de los medios y sus consiguientes producciones, permite replantearse los roles y funciones sociales de los medios en estas nuevas condiciones.
Podemos observar que la modernidad ha desarrollado un acercamiento “casi espontáneo” entre los medios de comunicación y ciertas temáticas largamente promovidas por los grupos de mujeres y que tienen presencia en la esfera pública. Estos temas, principalmente relacionados con el ámbito privado, están siendo difundidos extensamente. En este contexto también podemos reconocer algunos cambios en la representación de la imagen de la mujer. Estos cambios positivos pueden interpretarse como una apertura a posibles encuentros entre ambos sectores.
También las mujeres debemos modificar nuestra relación con los medios y alejarnos de la tentación de utilizar el espacio medial con la misma lógica tradicional, es decir, una aproximación instrumental y formal, compitiendo con los miles de actores que desean estar en la escena medial. Así, la propuesta de incidir en los medios desde los enfoques cualitativos, desde los sentidos de los contenidos, nos permite superar la competencia por el “sólo estar” en el escenario público.
Si bien las mujeres no podemos cuantificar nuestro aporte a los cambios, tampoco podemos ser cómplices de la omisión e invisibilización de él. Mas de alguna vez se ha dicho que las libertades y derechos que actualmente tienen las jóvenes descansan en el trabajo político de las mujeres feministas. El reconocimiento de esto es importante en la medida que hace evidente las contribuciones de los grupos sociales y la integración de éstas en los discursos instituidos. Las mujeres que han propuesto estos cambios han sido burladas, desvalorizadas, maltratadas en el discurso público y, por sobre todo, se ha tratado de ocultar su aporte. La invisibilidad de estos aportes impide el reconocimiento y su valoración de parte, por ejemplo, de las mujeres jóvenes. Políticamente esto es fundamental, desde el momento que se pierde la autoría se pierde el reconocimiento y la valorización de la propuesta de cambio. El mercado, que en este momento es el que con mayor voluntad asume los cambios, neutraliza los discursos y los vacía de sentidos. Este reconocimiento nos da un lugar en el habla colectivo y modifica la imagen que se ha construido con relación al feminismo y a los grupos de mujeres. Esta es una tarea pendiente especialmente con los medios de comunicación.
Bibliografía
Festa, Regina. 2000. La violencia dulce, invisible para las propias víctimas. Perspectivas Nº 18, Isis Internacional. Santiago, Chile.
Martín-Barbero, J. y G. Rey. 1999. Los ejercicios del ver. Barcelona: Editorial Gedisa.
Grupo de Comunicadoras del Sur. 2000. Monitoreo Regional.
Silva, Uca. 1996. Hacia una estrategia comunicacional. Documento interno. Fundación Ford, Santiago, Chile.
Silva, Uca. 1996. Un año después de Beijing. Estrategia comunicacional. Consultoría Grupo Iniciativa, Santiago, Chile.
Silva, Uca; Carmen Torres, Teresa Cáceres. 1998. Observatorio de medios de Comunicación. Analisis de periódicos La Tercera, El Mercurio, La Epoca. Proyecto Comunicación y género. Sur Profesionales. Santiago, Chile.
* Comunicadora investigadora de Sur Profesionales.
* Este texto, casi de manera íntegra, es el artículo de introducción del libro Género y comunicación. El lado oscuro de los medios, Carmen Torres (editora), Ediciones Nº 30, Isis Internacional, 2000.
Fuente: Isis Internacional.
- 4024 views
Add new comment