Maggie Hazvinei Mapondera, nacida en Zimbabwe, es una feminista híbrida que trabaja en el cruce entre el feminismo de las comunidades de base, la comunicación feminista y la creación del movimiento
En esta entrevista, Maggie reflexiona sobre la situación actual de la tecnología e internet en relación al movimiento feminista y la organización y participación de las mujeres en el día a día, a nivel mundial.
Koliwe Majama: Hablemos sobre tu trayecto como activista feminista. ¿Qué es lo que te apasiona y lo que más te motiva?
Maggie Mapondera: Mi trayecto ha sido extraño y creo que la extrañeza se debe a que nunca me restringí a actuar en un sector o lugar único. Mi actividad de militancia feminista comenzó durante mis primeros años de estudiante en la Universidad de Yale, en Estados Unidos. Allí empecé a organizar talleres con mujeres pobres en situación de calle y con problemas de abuso de sustancias, o en proceso de recuperación. Esa experiencia fue la primera sinergia entre la escritura y mi lado creativo como activista. Organicé talleres de escritura creativa con y para esas mujeres. Fue entonces cuando descubrí que la escritura creativa puede tener un papel clave para que las mujeres se hagan oir, identifiquen la causa primaria de sus problemas y encuentren maneras de organizarse.
Luego me pasé a una organización feminista dedicada a organizar el movimiento, Just Associates (JASS), donde me ocupaba de la comunicación. Para mí había una conexión porque JASS se enfocaba en las “her-stories” como medio para que mujeres individuales y comunidades de mujeres relataran la historia de su lucha y no sólo diciéndoles que dieran a conocer su experiencia a otras personas, sino que también las analizaran y se organizaran en forma colectiva para luchar en pos de un cambio. Hoy me encuentro en Womin, una organización que se ocupa de organizar a las mujeres campesinas y de clase trabajadora en toda Africa para que defiendan su derecho a la tierra y la justicia climática.
Cada día interactúo con los desafíos que enfrentan las mujeres porque el clima afecta sus ingresos, la tierra y su capacidad como proveedoras para sí mismas y su familia. Mi pasión son las historias de las mujeres y el poder de cambiar el mundo que tienen esas historias. Si pudiéramos encontrar una forma colectiva de contar una historia diferente sobre el mundo en que vivimos, tal vez podríamos cambiar las cosas.
KM: ¿En qué contribuyen las historias al movimiento?
MM: El movimiento de mujeres se basa en historias de mujeres. Muchas mujeres se encuentran al borde de alguno de los puntos cruciales que constituyen un desafío para el movimiento de las mujeres hoy en día. Se ven enfrentadas al patriarcado todos los días y, en algunos casos, se ven obligadas a lidiar con problemas aún más peligrosos – como las consecuencias de la carrera por el capital por parte de los gobiernos y las corporaciones a expensas de su cuerpo, su vida y sus derechos.
El movimiento de mujeres tiene que imponerse el desafío de pensar fuera de los silos y buscar las interconexiones que hay entre esas historias afin de encontrar una historia completa. De lo contrario, seguimos avanzando dos pasos y retrocediendo cinco, mientras seguimos pensando que la participación política de las mujeres es importante porque la representación en el gobierno nos ayudará a llegar a donde queremos. Pero no alcanza con la historia. Las “her-stories” tienen que nutrir nuestra militancia, al igual que nuestras acciones y nuestro análisis. Además, debemos seguir alimentando ese análisis, haciéndolo cada vez más agudo y lleno de matices. De lo contrario, ¿para qué lo queremos? Empieza a parecer que contamos y compartimos historias por las historias mismas, como si esa fuera la finalidad. Pero no lo es. Como movimiento, debemos esforzarnos y lograr que esas historias no estén simplemente de moda, sino que realmente marquen la diferencia.
KM: En general, ¿las mujeres tienen una representación justa en línea?
MM: No me parece nada justa. Sobre todo cuando te fijas en países como Zimbabwe y la realidad del acceso desigual entre hombres y mujeres. Hay un gran número de mujeres que no tiene representación en los espacios en línea, principalmente por su situación socioeconómica. No estoy segura de que nuestro objetivo debería ser conectar a esas mujeres. Lo que deberíamos hacer,mejor, sería ampliar el modo de conectar nuestras conversaciones en línea con medios tradicionales y “convencionales” tales como la radio y la televisión, afin de que nuestros mensajes se filtren hacia los rincones a los que generalmente no llegamos. De esa forma, traeremos a bordo a esas voces críticas. No podemos permitirnos pensar que internet es la quintaesencia de la comunicación. Tenemos que adecuarnos al contexto y a la gente a la que nos dirigimos. Tenemos que pensar si la comunidad geográfica y/o la comunidad de interés de la mujer que cuenta su historia tendrá acceso a la misma. ¿De qué sirve poner su historia en internet si no ayuda a cambiar su contexto inmediato y su país? Tenemos que ser estratégicas sobre cómo comunicar, a fin de hacerle justicia a las mujeres que representamos en línea.
KM: ¿Cuál es la mejor forma de conectar a los/as “desconectados/as”, sobre todo en los Estados represivos?
MM: Tenemos que ser creativas y agudas en nuestro análisis de clase, porque es el que nos informa lo diferente que es el acceso a internet para todas las mujeres. El acceso a internet varía según la ubicación geográfica, la raza, la clase y la edad. Conociendo esta realidad, el movimiento de mujeres debe organizarse para llegar a cada una de la mejor manera posible y tener la capacidad de compartir nuestras experiencias en forma horizontal. Por ejemplo, no creo que las mujeres aprovechen todo el potencial que ofrecen las plataformas más populares de las redes sociales, como WhatsApp. Hoy en día, en Zimbabwe, WhatsApp es el medio de comunicación y acceso a la información que más se usa. El número de mensajes en cadena que me envía mi madre todos los días, sobre los temas más variados – incluyendo religión y política -, es increíble. La mayor parte de la información que he recibido sobre las protestas callejeras contra la crisis económica y financiera, la paralización de todo el país, organizadas por los movimientos #ThisFlag y #Tajamuka, además de los datos sobre activistas arrestados/as, me llegó por WhatsApp. De modo que esta es la plataforma a través de la cual la ciudadanía de Zimbabwe comparte opiniones, se moviliza y se organiza.
Como integrantes del movimiento de mujeres, tenemos que reconocer y apreciar este hecho. Me parece que, en los tiempos que corren, es crucial encontrar la forma en que las mujeres que ya están conectadas entiendan cuán vulnerables son cuando están en línea. También tenemos que prepararnos para apoyarlas y hacerlas comprender que tienen su propia responsabilidad individual, para que sean conscientes y puedan defender su derecho a la privacidad, además de ser responsables de su seguridad en línea.
KM: ¿Ves algún potencial para que las mujeres se organicen en línea?
MM: Siempre me ha fascinado ver a mi madre y a mis abuelas usando WhatsApp, compartiendo información y siendo tan profesionales. ¡Lo usan más que yo! Así que, obviamente, tiene algo bueno – como organizador de oportunidades. Pero tiene sus propias complicaciones, como la seguridad, algo de lo que se debe empezar a hablar. También quedó claro a partir de las nuevas medidas que la gente que está en el poder en Zimbabwe identificó a WhatsApp como un territorio políticamente peligroso. Eso quiere decir que algo está pasando con este WhatsApp, algo que podemos llamar revolución y que constituye un peligro para quienes están en el poder. Entonces, dado que las personas que tienen el poder en el continente africano ven el lado peligroso de internet, tenemos que ver cómo utilizarla en forma estratégica, sobre todo las redes sociales, para que sea útil a nuestro movimiento. Existen posibilidades y potenciales en todas partes, en diferentes plataformas. El movimiento tiene que utilizar esas oportunidades, como forma de lograr que cada vez más gente pueda estar enterada.
KM: ¿Internet puede fomentar la participación de las mujeres africanas en los conflictos por los polémicos derechos de las mujeres?
MM: Internet tiene límites. Honestamente, creo que no hay nada mejor que abrir espacios y reunir a las mujeres físicamente para que se encuentren cara a cara y hablen. Pero eso no es muy práctico dada la rapidez con la que cambia el contexto, lo que hace que el terreno se haya vuelto tenso y peligroso para el activismo feminista. Así que, si vamos a aventurarnos en las sensibilidades de nuestra condición de ser mujeres, tenemos que ser ágiles y estar preparadas para enfrentar amenazas y responder en forma rápida y eficaz. Otro aspecto peligroso en relación a la participación de las mujeres, estrechamente vinculado a la desigualdad de acceso, es que quienes tienen acceso parecen hablar entre sí todo el tiempo. He observado que en las plataformas y redes sociales - ya sea Facebook, Twitter, o Tumblr – siempre son las mismas personas las que se siguen e interactúan entre sí. Al final, parece que fuera una caja de resonancia. Creo que eso puede ser contraproducente para el activismo y el feminismo de cada una/o, sobre todo cuando las mujeres no se autoimponen el desafío de darse a conocer y hacerse escuchar, o ser realmente solidarias con mujeres reales. Así que, como integrantes del movimiento de las mujeres, debemos imponernos el desafío de no quedar atrapadas en la caja de resonancia de nosotras mismas.
KM: ¿Te parece que el movimiento de mujeres obtiene algún beneficio de internet?
MM: Existen ejemplos de situaciones en que los movimientos utilizaron internet y, sobre todo, las redes sociales para amplificar, multiplicar y dar a conocer algún asunto para ganar terreno. Por ejemplo, la campaña #FeesMustFall (Las tasas deben caer), de Sudáfrica, no empezó en línea. Había habido una movilización estudiantil en torno del asunto durante un buen tiempo. Los y las estudiantes de las universidades sudafricanas estaban furiosos/as hacía tiempo por las injusticias cometidas en instituciones universitarias y, sí, el hashtag realmente prendió y se expandió como fuego. Le dio visibilidad al activismo estudiantil que se siguió desarrollando offline, lo que significa que el hashtag mismo no fue el único motivo por el que la campaña resultó “grande”. Le permitió ganar presencia al movimiento más allá de las fronteras de Sudáfrica, lo que quizá no habría sucedido sin las redes sociales. Lo mismo se puede decir de #BlackLivesMatter. La gente se está organizando hace mucho tiempo, en Estados Unidos, contra el racismo. Y eso no quiere decir que el hashtag sea insignificante. En absoluto.
Sigue siendo un momento y un movimiento poderoso que ha parido a otros movimientos. Sin embargo, es importante recordar que mucho después de que el hashtag desaparece, o se cambia, los movimientos siguen existiendo y creciendo. Nada que suceda en línea y en forma aislada es sustentable. Tiene que haber una conversación en marcha, porque las cosas siempre necesitan tener raíces. La gente suele referirse a la Primavera árabe, por ejemplo, como un fenómeno que sucedió en línea. Pero la gente se había estado organizando contra la opresión durante muchos años. Todos esos movimientos en línea estaban informados por experiencias reales y vividas por gente real, de las comunidades. Así, también para el movimiento de las mujeres, son esas experiencias las que deberían llevarnos a entrar en contacto con otras mujeres. Eso se puede hacer en línea o de otras maneras, de modo que cuando surgen las redes sociales, lo único que hacen es amplificar y difundir el mensaje.
KM: ¿Qué papel tienen las redes sociales en la creación del movimiento?
MM: No hay que ver un sólo aspecto de la estrategia de cualquier movimiento como si se tratara de un fin. Todo debe ser un medio. Si llegamos al fin, entonces, ¿qué estamos haciendo? Nunca llegaremos al fin en la lucha contra la opresión. Tenemos que seguir yendo hacia atrás, esperar, algo sucede y entonces volvemos, analizamos y así avanzamos. De lo contrario, nos volvemos estáticas y nos estancamos. Las redes sociales son parte de la estrategia y su rol es complementario.
KM: ¿Cuáles son los desafíos que enfrentan las mujeres en línea, si los hay?
MM: A diferencia de los hombres, la mayoría de las mujeres no tenemos la confianza de la masculinidad, o las ventajas del patriarcado para decir lo que queremos sin temor. Tenemos que construir una base de apoyo para que las mujeres puedan compartir más en línea, sentirse más confiadas para hablar en voz alta. Es difícil, sobre todo en las redes sociales, porque puede haber muchas reacciones negativas. La gente te salta encima si le parece que estás equivocada, o que tu análisis no es correcto. Como puedes imaginar, para las mujeres es aún más peligroso. Así que, imagina lo que pasa cuando eres una feminista radical y tienes que lidiar con la oposición de políticos radicales, siendo tú una mujer – la violencia y la crítica son inevitables. Lo importante es protegernos creando plataformas públicas y privadas de distintos tipos para poder profundizar el diálogo, tanto entre nosotras, como con otras personas con las que no interactuamos habitualmente.
Tenemos que afilarnos, al igual que afilamos cuchillos, y tener la valentía de decir “Hermana, ¡tienes que dar un paso al frente ahora!” Tenemos que situarnos en espacios donde la reacción negativa será inevitable porque tenemos que hacernos oir. Ese es nuestro desafío actual. Solo algunos grupos de mujeres se hacen escuchar en esos espacios y no estoy segura de que su agenda sea realmente la “política” que representa al movimiento de las mujeres. Personalmente, no veo un análisis de clase, raza, o sexo y sexualidad en los diversos contextos de las conversaciones en línea. En cambio, la mayor parte de las veces, se traza un perfil estrecho y convencional sobre la femineidad y lo que significa ser mujer en el mundo de hoy.
KM: ¿De qué manera te parece que el movimiento feministas puede entrar en contacto con los diversos grupos de mujeres y hacer que su presencia en línea sea más representativa?
MM: Tenemos que interrogarnos a nosotras mismas para saber hasta qué punto podemos ser “representativas” de los grupos a los que suponemos que representamos como individuos. En este sentido, tenemos que ser honestas con nosotras mismas y darnos cuenta de que es necesario ser críticas para poder seguir adelante. Las hermanas de JASS Meso-América utilizan la expresión “crítica amorosa”, que significa amar la crítica. De modo que, por ejemplo, si viste a Maggie en Twitter hablando sobre la situación de las mujeres en Zimbabwe ahora que el país se prepara para las elecciones, puedes adelantarte y recordarle que su trabajo se basa sobre todo en la capital, Harare, y fuera de los límites del país. Así, Maggie se dará cuenta de que no tiene un alcance muy profundo porque no puede hablar en nombre de las mujeres de la zona rural de Murehwa y dar a conocer sus inquietudes en relación a las elecciones, ya que no tiene esas experiencias. Entonces, ¿cómo traemos a las mujeres de Murehwa y las integramos a la conversación? Ese es el trabajo que tenemos que hacer. Es difícil, pero importante.
KM: Describe cómo opera el movimiento de mujeres en línea
MM: Vivo luchando con la naturaleza “performativa” de las conversaciones en línea, ya que las mujeres proponen y dicen cosas que a veces, en realidad, no creen. Vemos múltiples identidades en línea que entran en conflicto con las personalidades que aparecen offline. Es cierto que puede ser muy liberador tener todas esas identidades diferentes, pero de vez en cuando hay que dar un paso atrás y preguntarse en qué creen exactamente. Las personas hacen y dicen cosas sólo para conseguir “clics”, que luego usan para comprobar el éxito de su momento, o movimiento. Eso no es éxito. Nuestro éxito en el movimiento de mujeres se basa en lo que hicimos para cambiarle la vida a mujeres reales, en las comunidades de base. Claro que el hecho de haber tenido conversaciones sobre temas sensibles que nos apasionan es un éxito. Lo puedes poner como un “pequeño resultado”, pero eso no puede ser todo.
KM: Entonces, ¿es posible una internet feminista?
MM: Bueno...[Risas] He tenido tiempo para reflexionar profundamente sobre este asunto desde las Conversaciones en la Ciudad sobre los Principios feministas para internet que tuvo lugar aquí, en Harare. Contar con estos principios nos da fuerza, porque nos brinda un objetivo hacia el que dirigirnos y por el que luchar. Los principios son esenciales, ya que constituyen un código dentro del cual podemos funcionar las feministas. Podemos tratar de crear el espacio de una internet feminista, pero tenemos que saber que, como posible realidad, es algo del futuro lejano – y, de todos modos, está bien.
En general, mi aprendizaje – que se basa por completo en mi trabajo actual con activistas comunitarias – es que internet no es la “mayor” prioridad para la mayoría de las mujeres del continente africano. Mi principal motivo de inquietud en cuanto al feminismo en esta era digital es no haber alcanzado a los públicos relevantes. Sólo un determinado grupo de personas tiene acceso a las historias que se cuentan sobre la vida cotidiana y las conversaciones que se están desarrollando. Este es el dilema de las organizaciones no gubernamentales (ONG). Me parece que es posible que se extienda la “ONGización” del movimiento en línea, si no prestamos atención. Estar en línea nos ayuda a conseguir fondos debido a la exposición y la visibilidad, pero las comunidades que son la razón por la que podemos producir contenidos y el público al que se supone que sirven tales contenidos, no siempre tienen acceso a los mismos.
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