Mapa del mundo de distribución del coronavirus

Las primeras semanas del Covid-19 nos llenaron de incertidumbres que rápidamente se tradujeron en caos generalizado que sirviera como excusa para la implementación de medidas de seguridad estatales. Todas fuimos testigo de cómo, en simultáneas geografías, se imponían medidas de seguridad como forma de cuidarnos “entre todos”. Pero no todas fuimos testigo de cómo estas medidas, lejos de cuidarnos a todas, estaban marcando una postura clara del concepto de seguridad elegido para esta pandemia, que dejaba en evidencia las desigualdades sociales y las estructuras de control hegemónicas en las que vivimos. Por primera vez, para la población mundial más privilegiada (traducida como población blanca de clase media y alta), se planteaba un panorama de inseguridad al que se respondía con “quedate en casa”, “yo te cuido, cuidame”. Este imperativo es especialmente interesante, dado que esta gente que hoy reclama a otra(s) gente(s) respeto, se había hasta el momento beneficiado del sistema global basado en la falta de igualdad, en el des-privilegio y especialmente en la acumulación de poder. La fisura fue mas instantánea que el estado de emergencia, pues no se requiere de un estudio exhaustivo para saber que para quedarme en casa debo primero tener una. Y porque la impotencia frente al imperativo nos sale de los poros: ¿Por qué debería de preocuparme en cuidarte a ti, hombre blanco, si históricamente has abusado de mi des-privilegio? Tí no me estas cuidando, tú te estas cuidando a ti y a los tuyos.

¿Por qué debería de preocuparme en cuidarte a ti, hombre blanco, si históricamente has abusado de mi des-privilegio? Tú no me estas cuidando, tú te estas cuidando a ti y a los tuyos.

producción de datos masivos por mano propia

Hasta aquí esta historia es una más en la matriz de las culturas modernas: desigualdades, sentimientos de pertenencia y  paternalismos absurdos. Pero estos tiempos de pandemia en 2020 nos han traído un nuevo fenómeno: la producción de datos masivos por mano propia. Y con ella la división entre quienes crean y manejan la información y quienes aportan sus datos, y luego sufren las consecuencias.

La cuarenta encuentra a aquellos estudiosos/universitarios, que haciendo home-office tienen el tiempo para devolverle al mundo todo lo que el mundo les ha dado, y si con eso ganan un poco de reconocimiento, bienvenido sea. Acostumbrados al uso de la tecnología y fuertemente influenciados por la sociedad basada-en-datos en la que vivimos, comienzan a generar plataformas en pos de “la exterminación de focos infecciosos”. Aquí aplica la ya celebre frase #juntosparamoselcorona.

El proyecto thecoronamap.com ofrece una plataforma de mapeo de casos comprobados, casos activos, recuperaciones y muertes por Covid-19 por país (cuenta al día de hoy con informaciones sobre 181 países). A su vez ofrece un servicio de mapeo de infecciones, mediante un diagnostico on-line de la “probabilidad de infección”. Mediante un formulario automatizado, que obtiene datos personales y una serie de preguntas si/no, otorga un porcentaje de infección posible. Para terminar el proceso pide acceder a la ubicación y publica automáticamente y sin previo aviso los resultados en un mapa.

Mas allá de la posibilidad de manipular estos datos -ya que uno puede desde una misma locación publicar diferentes resultados- en tiempos de redes sociales donde la esfera privada ha pasado al dominio público ¿nos aseguramos que los datos serán ingresados en primera persona? ¿podemos estar seguros que si aparecen zonas “periféricas” con un alto grado de “focos infecciosos” estas no quedarán aisladas por falta de servicios esenciales? ¿Como evitar en una situación de crisis el incremento de violencia contra aquellos considerados culpables de la propagación del virus?

No debemos imaginar este escenario, porque lamentablemente ya existe. El gobierno de India puso a disposición de su ciudadanía una serie de apps para el traqueo de los casos de corona, entre la que se destaca la llamada Aarogya. Por medio del uso de Bluetooth, Aarogya puede trazar las relaciones entre sus usuarios y calcular los potenciales de infección que cada uno posee. Al detectar un nuevo caso positivo, alerta de inmediato a las autoridades acerca de todas las personas que estuvieran en contacto con el mismo.1 Otorgando así total potestad sobre el manejo de la información al Estado.  

Si bien los grandes consorcios dedicados al manejo de redes sociales han mostrado su apoyo a Aarogya y han incluso aceptado ayudar en su aplicación masiva, la Internet Freedom Foundation muestra escepticismo, argumentando que puede dar lugar a controversias en relación con la privacidad de las personas.2 40 organizaciones alrededor del mundo han firmado una carta en contra del uso obligatorio de Aarogya.3 Asimismo, expertos jurídicos han mostrado su preocupación por la manipulación de datos y por la falta de representación en lo que respecta al acceso de la(s) gente(s) de India a smartphones.4 Sin embargo, el interés por este tipo de consorcios de datos público-privados llegó al punto de que Apple y Google están lanzando su propio software, el cual se probará en cuatro países, dentro de los cuales se encuentran Alemania y Uruguay.5

Zonas consideradas de peligro comienzan a estar aisladas bajo excusas fundadas en datos.

Mas allá de todas las incertidumbres en torno a la dudosa gestión de datos y sus usos futuros, esta experiencia nos muestra cuán peligroso e inmediato puede ser el manejo de datos personales por parte de las autoridades y como esto lleva al aumento de vigilancia y violencia estatal. La prensa de India ya lleva reportadas varias filtraciones provenientes de las mismas autoridades, que incluyen posteos en Twitter de imágenes y direcciones de domicilios de personas consideradas ‘infectadas’.6 La policía, a su vez, ha adoptado la práctica de identificar las casas que están en cuarentena mediante el pegado de carteles en la puertas, que muestran las fechas de comienzo y fin de la misma,7 de forma de visibilizar posibles focos infecciosos. La manipulación de testeos e información hecha pública, ha sido utilizada para aumentar el discurso islamofóbico, llevando a reacciones de odio dentro de la sociedad civil de manera instantánea. Al tiempo que, zonas consideradas de peligro comienzan a estar aisladas bajo excusas fundadas en datos. Es decir, bajo la narrativa de cuidarnos entre todos, las personas mas vulneradas vuelven a perder libertades, tanto institucionalmente, como social y culturalmente hablando. Esta situación sirve para ejemplificar la vulneración de personas por medio de estadísticas. Estadísticas que sirven como herramienta a los regímenes modernos/racionalistas/coloniales, que buscan unificar y localizar potenciales peligros para atacarlos. En este caso, infecciones que hay que exterminar.

La particular y peligrosa confusión entre información y datos

Estos son solo dos ejemplos de como la práctica de mapeo se logró consagrar en cuestión de un mes entre las clases medias mundiales como forma de visualización rápida. Día a día, diversos proyectos sociales aparecen en nuestro -ahora único- espacio digital, buscando ofrecer datos instantáneos en tiempo real. Se preguntarán ¿estoy en contra de los proyectos sociales? ¿me molesta que la gente ayude? La respuesta no es simple y requiere al menos de dos conceptualizaciones. Primero, la diferenciación entre información y datos. Segundo, la noción de anticipación.

En los tiempos que corren ya no hace falta explicar la relación entre el conocimiento y el poder.8 La gestión de la información digital ha respondido mayoritariamente a estructuras de estandarización. Esto se puede entender por medio de la particular y peligrosa confusión entre información y datos, que la era de la comunicacional digital masiva ha provocado.

Para Sheila Jasanoff, profesora en ciencia y tecnología de la Universidad de Harvard, la relación entre tecnología y conocimiento está íntimamente vinculada a la categorizaciones derivadas del pensamiento cientifico-racional. Jasanoff argumenta que al otorgar un rol hegemónico en la creación de conocimiento a la ciencia, la misma ha logrado controlar la participación en dicho proceso. Provocando así una falta de representación, pero sobre todo de autonomía frente al uso de la información, ya que el conocimiento como estructura política  determina pertenencias.9 Pertenencia a la élite que construye la información, o pertenencia a los margenes sobre los que se obtienen datos para la construcción de la misma.

En este escenario Jasanoff ve el acercamiento co-produccionista “como una manera de fomentar la conversación con otros enfoques de la investigación política y social”.10 Es decir en una matriz de co-producción los diferentes agentes relacionados al conocimiento, cuentan con la oportunidad de participar y aportar información que integre sus existencias a las estructuras de dicho conocimiento. Acortando así la brecha entre el saber y las sociedades.

El segundo término de mi conceptualización, es la noción de anticipación. Proveniente de una de las teoría del diseño más ignorada hasta el momento: Comprehensive Anticipatory Design, de R. Buckminster Fuller. Esta teoría parte de la base de que toda acciona humana implica un proceso de diseño y que como tal debe entenderse que genera consecuencias en las  relaciones de vida y formaciones culturales en que se inserta.

Grosso modo, esta teoría nos plantea una serie de ejercicios de investigación y reflexión frente a nuestras ideas, para evaluar el potencial de las mismas. Primero introduciendo un pensamiento sistémico, es decir, advirtiendo que no se puede entender un producto de diseño como algo aislado, sino como componente de un sistema, lo que requiere entender  las diferentes interacciones de un objecto; segundo, anticipándonos a su rol en dicho sistema y por ende a sus influencias sobre el mismo, sean estas positivas o negativas. Dicho de otra manera, reflexionando sobre las modificaciones culturales y sociales que tal objeto generará, por medio de un análisis detallado de la relación problema(real)-solución en la que el diseño pretende insertarse.

En otras palabras, la anticipación no es una forma científica para la que se requiere un laboratorio, ni una forma de conocimiento únicamente académico. Anticipación es otorgar el tiempo de reflexión necesario antes de soltar al mundo un idea que quizás no persigue los intereses que creemos. A su vez, es posible pensar desde la construcción de espacios de dialogo y co-creación (adhiriendo a la percepción antropológica de Ingold) en donde diferentes ontologías convergen.11 Ergo, todas las personas acceden al mismo espacio en la toma de decisiones, pero sobre todo en el análisis de la problemática real, de forma de estar seguros que la solución planteada atiende a las necesidades de todas.

Con ambos concepto en mente y pensando en esta pandemia, que nos encuentra en un mundo guiado por  tecnologías basadas en estándares, una división es clara: se es ayudador o se es ayudado. Esta división que parece naturalmente existir, deja al descubierto una de las estructuras de control mas grandes de las sociedades modernas: la división oprimido-opresor propia de los procesos coloniales, que buscaran por medio de valorizaciones culturales perpetuar el control social sobre el sur global. Dichas valorizaciones, históricamente han inclinado la balanza hacia el racionalismo occidental como camino al desarrollo12 apoyadas en la noción de  estándares como base para el entendimiento de una forma universal de ser humano. Sirviendo al posicionamiento del hombre blanco en el centro de la creación de dichos estándares, y reduciendo así nuestra pluriversalidad a la existencia de la clase privilegiada. Recordemos el caso de India, y el  aumento de violencia social.

En esta pandemia, que nos encuentra en un mundo guiado por  tecnologías basadas en estándares, una división es clara: se es ayudador o se es ayudado.

Por un enfoque más justo para la ayuda basada en información

¿Por qué analizar tanto la ayuda si lo importante es ayudar? Porque dar ayuda no nos asegura que efectivamente estemos ayudando. O no siempre en el proceso que creemos. Pensemos en thecoronamap.com o en Aarogya. Ambos proyectos se apoyan mayoritariamente en la existencia de datos masivos pero no de información. Es decir,  la disponibilidad de datos que pueden ser utilizados sin el conocimiento y consentimiento de las personas. Esta lógica cognitiva, históricamente construida, ha logrado, por medio del uso masivo de tecnologías, posicionar la noción de datos personales como un recurso. Engrosando así la asimetría de poder en el manejo de los mismos al momento de convertilos en supuesta información. En otras palabras, reforzando desigualdades sociales que no nos permitirán allanar un camino de salida de la pandemia igualitario y seguro para todas las personas. Dicha asimetría se profundiza por medio de estándares que otorgan a las elites no sólo la autoridad de definir a aquellas personas vulneradas por el sistema como fuera de la norma, sino de obligarlas a obedecer frente a su ayuda. Ayuda para poder alcanzar una serie de valores, que estas mismas elites trazaron como correctos, y que el sistema capitalista jamás permitirá que todas la(s) gente(s) alcancen.  

En la coyuntura actual podríamos argumentar que un enfoque más justo para la ayuda basada en información, sería uno en el que todas las personas tengan autonomía en cuanto a compartir, o no, su situación personal (o sea a contribuir en bancos de datos). Autonomía para elegir pedir ayuda o brindar ayuda, pero sobre todo autonomía para aceptar, o no, recibir ayuda.

Esta autonomía solo podrá alcanzarse si dejamos de lado el uso de tecnologías que reproducen la desigualdad de clase, la inequidad de género y la opresión cultural. Esto implica una reestructuración de los espacio de ayuda, ya sean estatales, privados, o espacios sociales que, incluso sin quererlo, reproducen los paternalismos que los estados modernos han logrado perpetuar.  

Esta autonomía solo podrá alcanzarse si dejamos de lado el uso de tecnologías que reproducen la desigualdad de clase, la inequidad de género y la opresión cultural.

En la era de la comunicación estamos tan acostumbrados a los datos masivos, que siempre tendemos a ver su potencial positivo, perdiendo de vista la posibilidad de acceder a información sin datos. ¿Cómo cuidarnos? ¿Dónde cuidarnos? ¿A quién pedirle ayuda? Eso es información. ¿A quién debemos cuidar? Esos son datos basada en una concepción colonialista de la sociedad, que nos ha dividido históricamente entre quienes idean la ayuda y quienes reciben ayuda. Lo único que queda entonces por agregar, es que si no nos salimos del mapa que representa intereses políticos hegemónicos, seguiremos insertas en la estructura del opresor y perdiendo agencia sobre nuestras propias ontologías.  

 

Footnotes

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