Escuchar las voces de periodistas de Latinoamérica y Europa es una experiencia relevante en este presente tecnopolítico. Esas voces actualizan y dan significado al panorama desinformativo que se potencia con las plataformas digitales. Nos coloca a las comunicadoras ante nuevas encrucijadas en las que necesitamos pensar-actuar juntas.
Con mesas que convocaban a debatir temáticas de peso como “El rol del periodismo en contextos de desinformación” , “Enfrentando la desinformación en la campaña electoral de Brasil” y “Periodistas de América latina y Europa. Voces y Experiencias” el 7° Encuentro de la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG) los pasados 3 y 4 de mayo en la Facultad de Información y Comunicación en Montevideo, abrió un espacio para intercambiar interrogantes acerca de los desafíos que enfrentan quienes construyen las noticias desde una perspectiva feminista.
Las organizaciones convocantes, la RIPVG con apoyo de la organización uruguaya Cotidiano Mujer, se volvieron a afianzar en la misión de visibilizar a los derechos de mujeres y personas de identidades disidentes en los medios de comunicación, promover sus derechos humanos y lograr un cambio de su condición actual en la sociedad. También mantuvieron firme la demanda de responsabilidad por parte de los Estados para impulsar mecanismos institucionales que aseguren el alcance de los objetivos establecidos en el Capítulo J de la Plataforma de Beijing sobre mujeres y medios de comunicación, que afecta negativamente el ejercicio de la libertad de expresión y la seguridad de mujeres e identidades disidentes en las labores periodísticas.
En el horizonte analizado en el encuentro el aumento de violencias, persecuciones y amenazas que sufren quienes realizan periodismo con mirada de género o feminista, es notable en su costado digital. Es decir que los ataques que ocurren en internet es un fenómeno diario que afecta y limita las labores de un periodismo enfocado en los derechos humanos de mujeres e identidades disidentes, implicando temas de seguridad y promoviendo la autocensura, que entre otros fenómenos impactan y precarizan la profesión.
Esta tendencia que amenaza la presencia de voces disidentes en internet reafirma un hallazgo divulgado por la campaña Dominemos la Tecnología, Genderit y APC en 2015 en el informe “¿Qué es la violencia contra las mujeres relacionada con la tecnología?” señalaba que uno de los perfiles más vulnerables es el de “una profesional con perfil público que participa en espacios de comunicación (por ejemplo, periodistas, investigadoras, activistas y artistas)” (ver el informe aquí).
El aumento de violencias, persecuciones y amenazas que sufren quienes realizan periodismo con mirada de género o feminista, es notable en su costado digital
La violencia en línea es la constante global
La periodista paraguaya Flavia Borja, secretaria de Derechos Humanos y Género del Sindicato de Periodistas del Paraguay y periodista del diario ABC color, resaltó el aumento de amenazas a periodistas, feministas o activistas, entre ellas, relató el hostigamiento que vive la secretaria general del sindicato Noelia Díaz, quien desde su mayor exposición desde el gremio de periodismo ha sido sistemáticamente atacada. Recibió incluso una amenaza de muerte desde Twitter. “El hostigamiento es enorme, muy difícil de contrarrestar y quienes formamos parte de articulaciones de mujeres todavía no hemos encontrado la forma de contrarrestar este tipo de ataques que logran silenciar a las compañeras y afectarlas emocionalmente” señaló Borja.
Mónica Maureira, periodista chilena y activista desde el espacio digital Hartas Mujeres, conversó con Genderit acerca de cómo son percibidos los ataques digitales hacia periodistas, comunicadoras y activistas. “Tiene que ver con los contextos de cada país, en algunos territorios se perciben más. Me da la impresión de que en Colombia, por ejemplo, la violencia en línea todavía no es un tema generalizado dentro de las organizaciones de mujeres. En Chile nos consta que las mujeres periodistas que están más expuestas y están generando más opinión están viviendo violencia en línea. Sin embargo no la colectivizan, todavía no son capaces de identificar que las organizaciones en las que están trabajando ese tema son una forma de protección así como también un espacio para generar más conciencia”.
Acerca de la sofisticación constante de los ataques en línea hacia las activistas por parte de trolls y/o haters, explicó “sabemos que hay grupos que están organizados políticamente y cuentan con recursos económicos. Se trata de facciones políticas que tienen adherentes ‘espontáneos’, y que además pueden pagar trolls que funcionan permanentemente ante los comentarios que tú o alguna de nosotras estamos haciendo en internet. Estos grupos tienen un poder económico que las activistas y las defensoras de derechos humanos no tenemos” añadió.
Por su parte la periodista argentina Laura Charro, integrante de #NiUnaMenos Rosario, compartió su visión acerca de cómo se perciben las amenazas en internet: “Me parece que falta para el periodismo feminista una toma de conciencia real sobre estrategias y redes de cuidados digitales. Creo que todavía estamos en el proceso de aprender a gestionar las redes ante muchas situaciones y nos está faltando la toma de conciencia para dejar de naturalizar las violencias en los espacios digitales como si se tratase de una violencia distinta a las que vivimos offline. No hay una verdadera toma de conciencia. Las redes de periodistas feministas habitan espacios que son inseguros, espacios en los que se reciben muchas agresiones y violencias y hay que aprender a cuidarse”.
Falta para el periodismo feminista una toma de conciencia real sobre estrategias y redes de cuidados digitales
Por su parte el testimonio de Arzu Geybullayeva, periodista nacida en Azerbaijan, con experiencia de trabajo en Al Jazeera y Global Voices, fue contundente. La periodista, hoy residente en Turquía, tiene prohibida la entrada a su país por haber colaborado con un diario armenio y ser señalada como “traidora” por los medios de comunicación en su país.
Desde uno de los paneles, Geybullayeva relató que en el año 2014 fue etiquetada en Facebook con acusaciones falsas que formaban parte de una campaña difamatoria a raíz de sus denuncias dirigidas al poder gobernante de su país. “Un usuario dijo que tenían que ahorcarme, había personas dispuestas a matarme, a violarme, a colgarme de los pies. Los mensajes me afectaron muchísimo, me sentí indefensa, me desacreditaban. Negar la reputación de una periodista, lo saben, es un ataque muy fuerte. Comencé a atravesar un período muy oscuro, quería eliminar todas mis cuentas de las redes sociales. Quería dejar mi carrera de periodista y por suerte no lo hice. Decidí en ese momento que iba a luchar contra todo eso pero no sabía cómo hacerlo”. Hoy Arzu se dedica a denunciar casos de violencia digital y es parte de una red de apoyo para otras colegas amenazadas.
Periodismo feminista y grupos anti-derechos
Por último, en el encuentro no podía faltar el análisis sobre el avance de los grupos anti-derechos. Flavia Borja, compartió la experiencia regresiva de Paraguay, indicando que el propio Senado paraguayo se declaró “provida” y “profamilia”. La periodista invitó a acompañar los trabajos de medios que realizan análisis de datos como El Surtidor, cuyo equipo descubrió recientemente que el Estado a través del Ministerio de Educación y Ciencias otorga dinero a una ONG evangélica paraguaya para dictar durante el año entre 120 y 250 charlas en instituciones educativas paraguayas con títulos del tenor de: “Factores predisponentes para la aparición de la homosexualidad”.
Así mismo, en el marco del evento se entregó el Premio Nacional de la Prensa Escrita uruguaya a la comunicadora Diana Cariboni, quien a través del artículo “El género es el nuevo demonio” también pone sobre la mesa la preocupación por el peso político que los grupos religiosos fundamentalistas están cobrando en la región.
Charro expresó al respecto: “Creo que toda esta avanzada anti-derechos nos está atacando desde lo emocional y eso no nos está dejando avanzar, entonces hay que reforzar las herramientas de auto cuidado feminista, no sólo en nuestra militancia sino también en nuestro trabajo como periodistas feministas”.
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