Cuando mi alerta de noticias se inundó de referencias al “discurso revolucionario” de Emma Watson sobre el feminismo en la ONU al principio de la semana, me sentí entusiasmada. Me encanta Emma Watson, lo que puede ser un efecto colateral de mi afecto por Hermione y JK Rowling. Todas son brillantes y protagonistas valientes de la trama, por lo que inmediatamente hice clic en el enlace, pero minutos después me hallé intentando contener mi sensación de decepción. Su discurso fue una esmerada invitación a la solidaridad y a la responsabilidad colectiva de los hombres ante la persistencia de la discriminación y la desigualdad de género que mujeres y niñas enfrentan en todas partes del mundo. Pero no fue radical ni pateaba el tablero. Habló sobre la poco mencionada vulnerabilidad de los hombres (excepto en películas ganadoras de premios como “Secreto en la montaña” y el crudo realismo de muchas películas británicas), pero estuvo lejos de cuestionar el poder y privilegio de las masculinidades dominantes que perpetúan y solidifican la re/producción sistémica y cultural del dominio y la discriminación. Cuestionaba la incomodidad de las mujeres al asumir una identidad “feminista”, pero reducía la culpa al mito de que “las feministas odian a los hombres” en vez de a los altos precios que pagan las mujeres y las niñas por afirmar una posición política. Uno de esos precios es la amenaza muy real y persistente de violencia.
Chantaje y cuerpos sexualizados en línea
Pocos días después de su discurso altamente visible y difundido, Emma Watson se convirtió en objeto y blanco de violencia. La amenaza y la realidad de usar los cuerpos sexualizados de las mujeres como armas para humillar, silenciar o someter mediante extorsión es una expresión de la violencia contra las mujeres en línea que viene en franco crecimiento. Hemos visto denuncias de esto hechas por mujeres que participan en política, mujeres defensoras de los derechos humanos, mujeres que trabajan en la industria de los juegos o en el ámbito de la tecnología o simplemente mujeres que terminan una relación con sus parejas (creo que no me equivoco si me parecen gusanos babosos). La reducción de los cuerpos de las mujeres a un estrecho marco de sexualidad avergonzante y consumible es la que provee el combustible para la proliferación de este tipo de violencia. Aún cuando las mujeres reivindicamos nuestro derecho a ocupar y componer la esfera pública, incluída la esfera pública de internet donde los derechos se disputan y negocian, se nos empuja con firmeza a que volvamos a las cajas de plástico vestidas con nada excepto tiaras.
La buena noticia es que esto se reconoce cada vez más como un problema y como parte de la problemática más amplia de la violencia contra las mujeres como expresión aguda de la desigualdad sistémica y la discriminación. Con 200 millones más de hombres que mujeres con acceso a internet y con la poca cantidad de mujeres y niñas involucradas en el campo de la ciencia y la tecnología en cualquier parte del mundo, por no hablar de la toma de decisiones, no debe sorprendernos que la esfera en línea se vaya convirtiendo en un espacio crecientemente masculino, patriarcal y hostil hacia las mujeres que no se conforman con las estrechas expectativas binarias de género. Lo cual me devuelve al ataque contra Emma Watson. Aunque la amenaza de publicar fotos desnuda es en sí misma un enorme problema de violencia contra las mujeres, lo que más me preocupa es cómo expone un lado aún más desagradable de las masculinidades dominantes.
El trolling como divisa
La noticia es confusa, con tantas idas y vueltas como una novela de Stieg Larsson. Primero existió una aparente amenaza de publicar fotos de Emma Watson desnuda por atreverse a llamar a un feminismo sin remordimientos, completa con un sitio web próximo a activarse. Luego resultó que la página fue presuntamente hackeada por una empresa de marketing en un intento de campaña viral contra la notable comunidad de hacking 4chan en defensa del derecho a la privacidad de las mujeres, específicamente de las famosas. Antes de que se produjera alguna reacción, todo el episodio fue denunciado como una serie de hoaxes o noticias falsas lanzadas por bromistas de internet desconocidos como un experimento de trolling. Con cada uno de estos giros, lo que se hace evidente es la clase de poder y valor que circula, se reconoce y amplifica en internet y las preguntas difíciles que esto me plantea como activista feminista que trabaja en internet como espacio político.
1. La indignación colectiva
Cuando se informó de la amenaza, se produjo una indignación pública y colectiva. Esto se monta sobre la noticia de las fotos recientemente hackeadas y filtradas de celebridades Hollywood desnudas que recibieron una amplia cobertura de prensa y diversos tipos de comentarios. Lo bueno es que el hecho provoca preguntas importantes sobre el derecho a la privacidad de las mujeres y el control sobre sus propios cuerpos, incluyendo fotografías y representaciones de si mismas. También plantea importantes preguntas sobre la seguridad de los servicios de la nube en internet y cómo nuestra creciente conectividad y dependencia de los servicios de nube para almacenar datos y contenidos tiene implicaciones significativas para la privacidad y la seguridad.
Lo inquietante es que para que llegue a las noticias le tuvo que pasar a mujeres famosas – la personificación de los cuerpos de mujeres a los que se les pone precio, se los reconoce y valora por encima de todas las otras clases de cuerpos que pueden ser igualmente violados pero tienen menos visibilidad o reconocimiento para la reparación porque son raros, menos famosos, con capacidades diferentes o de distinta ascendencia étnica, etc. Esto es importante porque también determina la clase de respuesta generada. Por ejemplo, los gigantes de las redes sociales como Facebook prestan muy poca atención- a las necesidades mujeres que no son de América del Norte o Europa, aún cuando, de manera opinable, las mujeres de otras partes del mundo tienen menos acceso o recurso directo a estas compañías para que actúen cuando se violan sus derechos.
2. En defensa de…
Hubo algo groseramente insidioso en la forma en que la (falsa) empresa de marketing se mostraba como defensora del derecho a la privacidad de las mujeres. Privilegiaba, una vez más, los cuerpos de las famosas por encima de todos los demás, como también al gobierno de Estados Unidos como el defensor de alguna clase de internet ideal donde estas violaciones no ocurren. Con un solo trazo grueso, volvía invisibles/irrelevantes a los muchos actores que tienen parte y ejercen poder de decisión sobre la forma en que evoluciona, forma y se gobierna internet, incluyendo la respuesta de una diversidad de usuarios/as de internet que diseñan políticas, desarrollan tecnologías, crean contenidos, etc. Más aún, irónicamente se proclamaba legítima escudándose en el llamado de la campaña #HeForShe – peleamos la buena batalla con/por usted, asumiremos la responsabilidad de defender a Emma Watson y a todas las mujeres famosas que sufren este escarnio y usted nos apoyará con sus millones.
El hecho de que esto quepa confortablemente dentro del marco despierta importantes preguntas sobre el mismo marco de la campaña. ¿Acaso #HeForShe posiciona a los hombres como sujetos activos y a las mujeres como objetos pasivos que necesitan ser rescatadas? Si el precio de llamar a la solidaridad es la imposibilidad de hablar críticamente y en voz alta sobre el poder y el privilegio de las masculinidades dominantes para adueñarse de los discursos y perpetuar la discriminación, entonces la solidaridad es defectuosa. No me mal entiendan. Creo que todos/as tenemos la responsabilidad colectiva de enfrentar la violencia y la discriminación en que vivimos hoy. Pero no puede ser sobre la premisa de “en defensa de…” Necesita surgir de una inversión y un compromiso político y personal de interrogar nuestro propio poder y nuestros privilegios relacionales , que son los que mantienen una estructura de desigualdad y discriminación y les permiten florecer. Lo hacemos por nosotros/as. No por un “otro” imaginario más débil.
3. Lulz es poder
El trolling se ha convertido en una moneda de cambio cada vez más valiosa en internet. ¿Hasta qué punto la capacidad de predecir cómo responderá el “público de internet” a un acontecimiento particular, lo que a su vez se demuestra mediante la cantidad y velocidad de los comentarios y reproducciones en los medios sociales, es una prueba de tu conocimiento y habilidad en este campo tan cambiante? Si podemos llevar esto un paso más allá y orquestar una reacción masiva, entonces hacemos una exhibición de dominio sobre un poderoso ámbito formado por miles de millones de personas. La capacidad de llevar a cabo un trolling efectivo, especialmente para lulz (en inglés, un regocijo de connotación maliciosa), es una carta de presentación en algunas élites reducidas. Esto consolida el poder y crea una cultura de la comunicación que excluye a la mayoría de usuarios/as de internet, en especial quienes recién ingresan a este espacio. A su vez, esto puede aumentar las desigualdades ya existentes en el poder, acceso y control sobre recursos que habilitan, en primer lugar, el acceso. Con 200 millones menos de mujeres que hombres conectadas, por no mencionar los otros dos tercios del mundo que no se conectan, esto no puede más que tener una implicación de género. En especial cuando el trolling y el lulz son notoria y pesadamente racistas y misóginos, y prácticas que privilegian una forma particular de masculinidad dominante que se coloca en el centro como norma invisible.
El hecho de que aquí el feminismo y la violencia en línea contra las mujeres sean objeto de trolling suscita dos elementos interesantes. El primero, es que significa la visibilidad del asunto y su actualidad en el discurso y el debate popular. En años recientes, hubo más y más mujeres destacadas que se expresaron contra la misoginia en línea y el rechazo de la violencia como parte de nuestra experiencia de internet. También se produjeron varias campañas por el fin de la violencia en línea contra las mujeres que la colocaban como una violación de nuestro derecho de expresión, participación pública y seguridad. El segundo, es que al convertirlo en lulz, busca desarmar la lucha mostrando a las defensoras de la causa feminista como un público de internet desdichado al que se puede “engañar” y hacer caer en la trampa de un hoax elaborado.
¿Cómo lo enfrentamos?
Todo el episodio fue revelador y plantea muchas preguntas difíciles sobre la cultura de internet y los desafíos que encuentran las feministas para forjar estrategias orientadas a desmantelar los valores patriarcales imbricados en el tejido de la discriminación, la violencia y la desigualdad. Una de las mayores promesas de internet era su potencial transformador como una nueva forma de espacio íntimo y público donde pueden ingresar diversas personas e interactuar en construcciones discursivas y contraposiciones a las normas y valores hegemónicos. Pero para hacerlo, necesitamos ingresar al espacio con nuestra agudeza radical en nuestra política de resistencia intactas. Necesitamos hacer uso de nuestro escepticismo y de nuestras mentes críticas como armas y cuestionar los valores y principios que en la actualidad manejan lo que parece importar en línea. Esto incluye la cultura de la viralidad a la que también subyace una lógica capitalista en la que los/as usuarios/as son simplemente unidades de rentabilidad.
Se nos recuerda que ni el silencio ni la retirada son opciones. Y por lo tanto debemos crear juntas sistemas de apoyo para mujeres que sufren ataques por manifestarse. ¿Cómo respondemos a las cacerías de brujas facilitadas por la tecnología? Anita Sarkeesian tuitea tanto el #lovemail que recibe como el #hatemail, y esta debe ser una de las cosas que le dan fuerzas para seguir. Debemos aferrarnos a la creencia de que expresarnos en voz alta empodera a otras y que es una batalla contra el trolling que silencia a otras. A fin de cuentas, nuestra batalla no es contra los trolls; nuestra batalla es para influenciar el discurso. Está en nosotras reclamar nuestro derecho a participar, experimentar y ocupar internet con nuestras diversas realidades y prioridades. Y al hacerlo, cambiar las reglas del juego.
Responses to this post
Great piece! In full agreement that there need to be more solidarity actions and support for women who are attacked on (and off) line. I was heartened when more than 2,000 game developers –the majority of them men— signed an open letter calling for an end to discrimination in the gaming industry following death threats made against the feminist gaming reviewer Anita Sarkeesian. But there need to be more incidences of people standing up to protest and question the abuse of women online – as part of the bigger picture of discrimination against women on and offline.
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