Sabia que en las montañas de la Sierra Juárez había comenzado a articularse una red de GSM, que las comunidades que se llevaban organizando en asambleas desde tiempos ancestrales comenzaban a gestionar esas redes como un bien común más (agua, tierras…) y que esto se estaba articulando gracias a hardware y software libre. Que allá la gente iba cumpliendo cargos como servicio a la comunidad desde casi su nacimiento y que en muchas comunidades ni cobraban por ello. También que en esas asambleas habían decidido establecer limitaciones al uso del teléfono celular, si tu llamada local superaba los 5 minutos la red cortaba la conexión, para esa duración lo mejor que podías era ir a llamar a la puerta de tu vecina para hablar cara a cara.
La historia de Rhizomathica y sus redes GSM perdidas en la Sierra de Juarez, me llegó porque mi pareja, en un encuentro de hackers en Holanda, se topó con un italiano que después de dejar su trabajo se habia ido de backpacker. Su viaje comenzaba en Mexico y queria llegar a Argentina.
Cuando llevaba tres semanas en México conoció a Peter Bloom, un tipo que tenia la loca idea de que si hasta en el pueblo mas remoto la gente tiene un teléfono, esa debía ser una buena tecnología desde la que trabajar. El italiano que se llama Ciaby se fue a vivir a Oaxaca desde ese momento y a su vez engañó a otro italiano amigo de la infancia que vivia en Dallas para que desde allí desarrollase el código. A su vez, Peter habia conquistado a Erick un abogado especializado en derechos indígenas con la idea de crear una red de GSM legal de propiedad comunitaria.
En mi primera visita a la Sierra Juárez, asistí a una asamblea en la que Peter Bloom les explica a ciudadanos de diferentes pueblos del sector Cajonos cómo sería instalar allá una red. Cuando llegamos, apenas iban por el punto 2 y a telefonia era el 7. Primera cosa: el tiempo: la concepción del tiempo es distinta, porque los ritmos de la vida son distintos. Peter al escuchar eso, buscó un banco y se echó la siesta.
En una de las azoteas había tres antenas satelitales completamente abandonas. Me contaron que una fue un plan de conectividad del gobierno para proveer de internet, funcionó durante el tiempo que aquél proyecto gubernamental tuvo budget alrededor de 6 meses, otra se la vendió alguien a una autoridad del pueblo prometiéndole que con eso sus problemas con internet se solucionarían, la otra no recuerdo…
Ante ese tipo de situaciones se enfrentan en las comunidades. La tecnología no es neutral, todo el internet de México pasa por los Estados Unidos. El capitalismo en México (y en gran Latinoamérica) se construyó sobre un sistema de castas, no es casual que los estados mas pobres de México sean los de mayor población indígena: Oaxaca y Chiapas.
La tecnolgía no es neutral, todo el internet de Mexico pasa por los Estados Unidos.
En esa primera asamblea me senté y escuché, quizás fue un momento premonitorio de lo que ha sido este año viviendo en Oaxaca. He participado en asambleas de más de 1000 personas en las que se han tomado decisiones de cómo ocupar una carretera. Pero ninguna como esa, en la que la gente realmente hablase de auto-organización de una manera tan consciente y natural para ellos. Y con unos ritmos tan distintos pues la asamblea iba a durar dos días.
Ahí apareció la primera pregunta: ¿desde qué posición me voy a colocar yo con la cámara? Siempre tuve fascinación con Godard y el sentido político de los planos. Pero ¿quién soy yo para entrar en una asamblea, por mucho que mis intenciones sean “buenas”? ¿Hasta dónde puedo llegar a acercarme o creer que me estoy acercando a retratar algo que muestre una realidad… que no es la mía? No puedo contar mi historia desde ese lado, el indígena, sino mas bien desde el lado hacker, pues es el que mejor conozco y lo más honesto que puedo hacer.
Durante las cuatro horas de vuelta, en un pequeño Wolswagen que fue el medio de locomoción que Rhizomatica usó durante un buen tiempo, con el atardecer de frente ante el Valle de Oaxaca, me dio para pensar en muchas cosas.
Volví obsesionada con que tenía que ver cine clásico japonés: el eje de la cámara está más bajo, los planos son abiertos, observacionales, muestran las relaciones sociales. Esa ha sido mi manera de grabar durante este año para generar esta historia que se cuenta desde el respeto y la observación.
Mi presencia en las comunidades nunca ha pasado desapercibida, he sido la mujer orquesta portando cámara, micrófono, grabadora de audio. Una güera con un petate muy grande a la espalda y una gorra de la selección de baseball de Cuba.
No puedo pretender ser una mosca en la pared, pero sí esa estrategia me ha ayudado a acceder de una manera natural a esos espacios de cooperación entre hackers e indígenas, y ver cómo comparten muchos planteamientos en común pese a que unos hablen binario y otros mixe o zapoteco, pero han aprendido a hacer un ejercicio de traducción constante. Construir una red de GSM en México en comunidades indígenas rurales puede ser una odisea y Rhizomatica ha demostrado que la tecnología es maleable, que puede ser artesanal poniendo diferentes saberes en el terreno. Que a donde no han querido llegar las grandes multinacionales la inteligencia colectiva ha resuelto situaciones adversas.
No puedo pretender ser una mosca en la pared, pero sí esa estrategia me ha ayudado a acceder de una manera natural a esos espacios de cooperación entre hackers e indigenas.
Sí que he seleccionado a mujeres que ejercen figuras de cambio dentro de sus comunidades para ser entrevistadas, como Edith Juárez que es la segunda mujer presidenta en San Pedro Cajonos. La realidad es que se están dando procesos de empoderamiento de mujeres en el acceso a los cargos, es un proceso lento desde dentro de las comunidades.
Hace años escuché a una realizadora decir que lo que había que hacer era contar historia sobre la vida de los ricos, que sobre los pobres ya nos lo sabemos. Esa frase al principio me enfadó, pues estaba en una fase altamente mediactivista, pero me dió que pensar. Son necesarios documentales que narren procesos de articulación y autogestión de distintos tipos, pues a ello a lo que aspiramos a generar nuestros imaginarios y experimentar con ellos, debemos narrar nuestras pequeñas victorias. Desde ese lado creo que documentales como Recuperando el Paraíso o El Derecho a Soñar, son más que necesarios en el contexto actual de México. Crean imaginarios, mantienen viva nuestra memoria y enseñan que la resistencia está viva y en movimiento. Es una película que quiere generar en el espectador una sonrisa ante la devastación, ante un mundo que no comprendemos tecnológicamente.
México es el narco, un país desmembrado en el que el estado como protector es un mero fantasma, es Riviera Maya, Ayotzinapta pero también lo son las mariposas monarcas sobrevolando Michoacan, la seños que vende las tortillas usando el mismo sistema que sus abuelita, los mijes, las zapotecas, el tequio, las comunidades indígenas auto-organizándose, y las señoras que con cada puntada que dan en un huipil cuentan la historia de su pueblo con más de 500 años de resistencia.
Como dice uno de mis protagonistas, Erick Huerta, el primer mito que se tuvo que derribar no fue el tecnológico, sino el atreverse a soñar con un nuevo modelo de gestión de la telefonía.
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Visita: http://therighttodream.net/gallery/
Este artículo fue publicado originalmente en Revista Pillku
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