Vale la pena, entonces, dar una mirada a la manera en que esta nueva modalidad de trabajo influye en las relaciones entre hombres y mujeres para determinar en la relación entre los géneros dentro del hogar si las pautas culturales que tanto determinan los roles que ellos y ellas desempeñan en la sociedad, también ejercen su influencia a la hora de desarrollar tareas en un campo donde las habilidades técnicas y los conocimientos específicos no deberían dejar lugar a la discriminación de género.
¿También una brecha digital de género?
El mundo del trabajo también está marcado por las relaciones de poder que existen en la sociedad. Reconocer esto implica tomar conciencia de las relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres, norte y sur, ámbito urbano y ámbito rural, conectados y no conectados - en comunidades locales, países soberanos y en la escala mundial. El acceso de las personas a las TIC en el mundo en vías de desarrollo continúa siendo marginal, lo que resulta en su exclusión del sistema global emergente construido en torno de la información y el conocimiento.
En el campo de las TIC, el trabajo muestra una alta segregación sexual. Las mujeres ocupan, en mayoría desproporcionada, los puestos peor pagados y menos seguros en esta industria. En su informe sobre el empleo, de enero de 2001, la Organización Internacional del Trabajo revela una "brecha digital de género" donde las mujeres están poco representadas en los empleos relacionados con las nuevas tecnologías, tanto en los países desarrollados como en vías de desarrollo. Este informe también da a conocer que las pautas de segregación de género se reproducen en la economía de la información. Añade: "Aunque existe una desigualdad salarial entre quienes tienen conocimientos de TIC y quienes no, también existe entre los que utilizan las TIC. Esta polarización suele estar basada en el género".
Al dedicarse al teletrabajo desde sus hogares u oficinas virtuales, las mujeres corren el riesgo de que sus ocupaciones laborales también queden invisibilizadas tal como ha sucedido históricamente con las tareas domésticas, y vean cercenados sus derechos como trabajadoras, con pagas mínimas, pocas posibilidades de desarrollo y mejora en su oficio o profesión y ninguna seguridad social o de salud.
Debido al cumplimiento de dobles y triples roles en su hogar y en su familia, las mujeres no encuentran muchas oportunidades para actualizar sus conocimientos, y por lo tanto se convierten pronto en trabajadoras "obsoletas" para la industria de las TIC. Las mujeres mayores que han trabajado en el campo de la computación durante muchos años, en particular, corren el riesgo de perder sus puestos en manos de trabajadores más jóvenes que tienen conocimiento y habilidades en TIC de última generación.
M4M: un estudio de caso
El trabajo asalariado fuera (o dentro) de casa como resultado de las nuevas tecnologías no trae aparejado un cambio en la división familiar del trabajo. Los hombres continúan evitando las tareas domésticas y las mujeres siguen soportando una doble o triple carga. Las condiciones laborales precarias, las largas horas y rutinas de trabajo monótonas asociadas con las TIC, sumadas a las expectativas de rol signadas por la cultura circundante, suelen ser perjudiciales para el desarrollo de la mujeres.
La situación creada por la expectativa de que las mujeres continúen desarrollando su rol tradicional cuando trabajan desde sus hogares aparece descripta por un estudio de caso desarrollado por la organización M4M, de Malasia, que coordina el teletrabajo de decenas de mujeres en su país. El estudio tuvo lugar en el segundo semestre de 2003 y fue desarrollado utilizando la herramienta GEM (www.apcwomen.org/gem ), creada para evaluar iniciativas TIC con perspectiva de género por el Programa de apoyo a las redes de mujeres de la Asociación para el Progreso de las Comunicaciones (PARM de APC).
En este estudio en base a una muestra de teletrabajadoras y teletrabajadores, M4M constató las siguientes cuestiones de género en el desempeño de varones y mujeres:
Las mujeres soportan más interrupciones en su trabajo porque se supone deben encargarse de las tareas domésticas o de sus hijos aunque estén en horario de trabajo.
Las mujeres tienen más dificultades para terminar sus tareas a tiempo y deben esforzarse más para entregar en los plazos convenidos, debido al ejercicio de su doble o triple rol.
Los hombres no tienen problema en trabajar de noche o los fines de semana en caso de atrasarse en un trabajo; las mujeres sí.
Por lo general, los hombres teletrabajadores tienen un uso exclusivo de la computadora, mientras que la familia espera que las mujeres que desempeñan igual tarea la compartan con otros miembros.
Los hombres tienen más apoyo de su cónyuge e hijos en caso de tener que dedicar tiempo extra para entregar un trabajo.
La llegada de los niños de la escuela interrumpe el trabajo de la mujer, pero no el del hombre.
Varias mujeres encuestadas admitieron que también se ocupaban de los ancianos o miembros discapacitados de la familia. Ningún hombre señaló cumplir una tarea de esta índole.
Las mujeres cuentan con menos oportunidades para la capacitación técnica y para mejorar sus conocimientos en materia de TIC.
Se desdibuja el rol de proveedor del hombre ante su familia y pares porque trabajar desde el hogar no es considerado un trabajo "serio" y se aprecia poco el trabajo a distancia de la mujer, aunque los ingresos que ella provea sean significativos para la familia.
¿Los resultados sólo fueron negativos? Por suerte no fue así , y se vislumbra que el teletrabajo puede generar cambios positivos en la autoestima de las mujeres y en la relación entre los géneros dentro del hogar:
Las mujeres aumentan la confianza en sí mismas y su satisfacción personal: el teletrabajo amplía sus intereses más allá de su familia y le permite aumentar los ingresos en el hogar sin moverse de él.
El trabajo a distancia mejora las aptitudes de cada trabajadora, ya que aprenden a resolver problemas menores de computadora por su cuenta.
Aumenta la capacidad de las mujeres para ampliar el negocio e, incluso, el trabajo a distancia se convierte en una oportunidad de lanzamiento de nuevos negocios.
Los hombres señalan que colaboran más en las tareas domésticas, aunque tengan personal de servicio en la casa, y que también participan más de la vida familiar desde que comenzaron a trabajar desde el hogar.
Las mujeres teletrabajadoras encuentran ayuda técnica y asesoramiento en sus cónyuges para la compra de equipos o mejora del que tienen.
La mayoría de los encuestados admitió que tomaban decisiones en consulta con sus cónyuges y que las mujeres asumían un nuevo rol en este sentido.
Como vemos hay mucho para estudiar y considerar en esta nueva modalidad de trabajo que se extiende día a día. Mantener una mirada integral sobre el teletrabajo, sosteniendo la igualdad de oportunidades y condiciones laborales equitativas para mujeres y varones impedirá la existencia de nuevas brechas y discriminaciones y permitirá un desarrollo personal y laboral que beneficiará a la sociedad toda.
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