Con miras a la elaboración de estrategias de desarrollo de las mujeres en el área de la información, la comunicación, el conocimiento y la tecnología (1), podemos sacar lecciones importantes de la experiencia de la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información (CMSI) (2). No obstante, sería un error confiar que de los acuerdos oficiales de la Cumbre saldrán soluciones de fondo.
Los resultados inmediatos de esta Cumbre dejan mucho que desear. Expresan buenas intenciones, pero contienen pocos compromisos firmes. Entre los principales acuerdos de Túnez, los gobiernos del planeta acordaron mecanismos para seguir abordando las políticas internacionales en la materia, con la creación de espacios más permanentes (3), pero sin dotarles de capacidad de decisión. El Plan de Acción de Ginebra, que por su parte definió metas mínimas para acortar la llamada "brecha digital", no proveyó el financiamiento necesario para su cumplimiento. En fin de cuentas, la implementación dependerá más que nada de la voluntad política de los actores y de una ciudadanía activa y vigilante.
A pesar de estos límites, resultó importante el hecho de haber colocado en la agenda internacional el debate sobre los retos para el desarrollo en el plano de la tecnología, la información, la comunicación y el conocimiento. La CMSI creó también una obligación para los gobiernos de concretar pasos hacia una mayor “inclusión digital”.
Justamente un factor que puede condicionar la implementación, fue la visión tecnologista que primó en muchas áreas de la Cumbre, la cual, al asignarle a la tecnología un rol causal en el ordenamiento social, deja de entender que ésta podría desencadenar procesos de conocimiento e información.
Este enfoque llevó a proponer soluciones de desarrollo con énfasis en mejorar la infraestructura, ampliar la conectividad, proveer capacitación técnica y fomentar políticas habilitadoras para el aprovechamiento de la tecnología. Dio por entendido que la inclusión de los sectores sociales afectados por la brecha digital, se puede resolver ante todo mediante programas de acceso universal. Bajo este argumento, dio prioridad a la desreglamentación de las inversiones para la industria de telecomunicaciones.
Se expresa, por ejemplo, en las metas que plantea el Plan de Acción de Ginebra. De las 10 metas, 7 tienen que ver exclusivamente con cuestiones de conectividad (de hospitales, centros de estudio, comunidades, etc.); metas válidas, pero que no constituirán soluciones al desarrollo y a la marginación, a menos que estén vinculadas a aspectos como la formación, contenidos, superación de brechas sociales, etc. (4)
Esta visión fue impugnada por muchos actores y actoras de la Cumbre. Y es que otra de las repercusiones que tuvo la CMSI fue su efecto catalizador de dinámicas, articulaciones y propuestas entre organizaciones de la sociedad civil. Desde estos sectores se logró introducir un enfoque distinto, que argumenta que no es tanto la tecnología, cuanto el predominio que han ido adquiriendo la información, la comunicación y el conocimiento, en el conjunto de las actividades humanas, lo que caracteriza la época actual. También planteamos que la llamada brecha digital es una expresión más de las brechas sociales, y resultado de éstas. Desde esta perspectiva, el desarrollo tecnológico constituye el soporte que ha desencadenado una aceleración de este proceso. Pero no es un factor neutro; pues, las propias condiciones sociales e intereses en juego influyen en la manera cómo tal o cual sociedad desarrolla y aprovecha estas tecnologías.
De allí se desprende que las respuestas deben situarse más bien en el plano de los derechos, la educación y la capacitación, los bienes comunes, la democratización de la comunicación y políticas de igualdad de género. Las propuestas que surgieron desde este enfoque tienen que ver, entre otros, con democratizar los procesos de decisión en las áreas relacionadas con comunicación y tecnología; con el rescate del conocimiento local/tradicional y la defensa de los bienes comunes de información, conocimiento y cultura; con el software libre; y con la participación de las mujeres, especialmente en la elaboración de políticas. También conciernen los límites a la concentración de los medios de comunicación; el respeto de la diversidad cultural, la formulación y vigencia de derechos vinculados a la comunicación, y el acceso de todas y todos a las tecnologías y a la información, de acuerdo a sus particulares necesidades. Todos estos temas fueron impulsados desde el entorno de la sociedad civil dentro de la Cumbre, si bien con resultados mixtos.
Propuestas de género y enfoques alternativos
En el proceso de la Cumbre, fue clave haber vinculado las propuestas de género con el conjunto de propuestas de la sociedad civil, y haberlas planteado en términos de los desequilibrios de poder.
Si bien el "gender caucus", instancia de carácter multisectorial, optó por centrarse exclusivamente en cuestiones de género, un buen número de activistas identificadas con el movimiento de mujeres apostaron al proceso convergente de la sociedad civil, asumiendo, incluso, roles de liderazgo a partir de su experiencia de haber estado activas en anteriores conferencias mundiales de las Naciones Unidas. Esta presencia contribuyó a que las propuestas de género tengan el eco buscado en este espacio y sean defendidas ante las instancias oficiales. Se podría decir que, más allá de las referencias explícitas en lo relacionado con mujeres y género, los documentos de sociedad civil reflejan muchos de los temas que han sido promovidos por el movimiento de mujeres, como el respeto a las diversidades, la justicia social, los derechos laborales de trabajadoras/es de las TIC, una definición del acceso que pone énfasis en el desarrollo de capacidades, el combate a la discriminación, o el acceso ciudadano a los medios de expresión.
Se contribuyó, de esta forma, al esfuerzo colectivo por cambiar el enfoque de la Cumbre hacia una visión que coloque los derechos, el desarrollo humano, la justicia social y la igualdad de género al centro de la problemática y de las soluciones: visión que logró poner su sello a la Declaración de Ginebra, documento oficial de la primera fase de la Cumbre.
Este proceso de sociedad civil catalizó una confluencia entre organizaciones de diferentes partes del mundo -y con muy distintos orígenes y prioridades temáticas-, para buscar posiciones de consenso y estrategias comunes para modificar el rumbo de la Cumbre. Al final, condujo a la adopción de las Declaraciones de la Sociedad Civil de Ginebra y de Túnez, (5) que en sí han servido como importantes instrumentos de sensibilización sobre los temas subyacentes a la Cumbre, como aquellas que la Cumbre no se atrevió a topar, o que abordó en forma insatisfactoria. Los consensos logrados entre organizaciones de la sociedad civil sobre estos temas a su vez abren perspectivas para retomar las alianzas en nuevos escenarios a futuro, hecho que se podría considerar uno de los resultados positivos de la Cumbre.
Se destaca, por ejemplo, la Campaña CRIS (Campaña por los Derechos de la Comunicación en la Sociedad de la Información). CRIS surgió en los meses previos al proceso de la Cumbre, para promover un espacio de acción colectiva dentro de ésta. Pero también ha seguido actuando en otros espacios, como en la UNESCO, con relación a la Convención sobre Diversidad de las Producciones Culturales, y en el Foro Social Mundial, donde ha contribuido a colocar el tema de los derechos de la comunicación como parte de la agenda de acción de los movimientos sociales. También ha catalizado otras iniciativas -en lo mundial, regional y nacional- que colocan el tema de los derechos de la comunicación como parte fundamental de la agenda de cambio social. Se trata de espacios que permiten vincular las propuestas de género como elemento fundamental de una visión alternativa de la comunicación.
En conclusión…
Sin duda ha sido acertado plantear el potencial de la comunicación y las TIC para el empoderamiento de las mujeres. Y de hecho, una de las primeras veces que el tema de las TIC fue introducido en la ONU, fue en la Conferencia Mundial de la Mujer de Beijing (1995), cuando planteamos no solo el acceso de las mujeres a ellas, sino también la participación en los espacios de decisión sobre su desarrollo e implementación.
Pero no podemos perder de vista que vivimos hoy en una sociedad donde la comunicación y el conocimiento están vinculados a los principales factores de poder, y son sujetos a un preocupante proceso de concentración, en manos privadas. Asimismo, los nuevos conocimientos cada vez más se generan bajo un modelo de privatización, poniendo en riesgo su carácter de bien común de la humanidad.
Bajo este sistema, la gran mayoría de mujeres del mundo se encuentran excluidas, y aunque consigamos una mayor igualdad de género, si es dentro de un sistema tan desigual, la mayoría de mujeres quedarán, de todas maneras, en la marginalidad. En cuanto a las estrategias de inclusión impulsadas desde las esferas de poder económico, apenas se dirigen a afianzar nuestro rol de consumidoras: de productos mediáticos, de tecnologías, de servicios. Frente a ello, nos queda la alternativa de afirmarnos como ciudadanas, lo cual implica encarar la comunicación en términos de derechos y de articulación de alternativas.
En este sentido, la Cumbre nos ha ayudado a visualizar la amplitud de la problemática y a entender que, además de los derechos universalmente reconocidos -aunque no siempre vigentes- como la libertad de expresión y el acceso a la información, hoy necesitamos reivindicar nuevos derechos y afirmar nuevos espacios de participación en las decisiones que afectan nuestras vidas.
Asimismo, el proceso de la Cumbre ha abierto pistas y espacios de relación que nos pueden ayudar a trabajar en forma más articulada y a establecer alianzas con nuevas actoras. Pero difícilmente se lograrán cambios de fondo, sin la movilización de un amplio movimiento de presión ciudadana. En tal sentido, conviene trabajar conjuntamente con los distintos movimientos ciudadanos y sociales que están cuestionando al actual modelo de desarrollo y planteando alternativas a éste, para que la comunicación pase a ser parte de su agenda de acción social; y en este marco, afianzar las propuestas de género.
Uno de los retos es profundizar el discurso feminista en torno a la comunicación y las TIC: un discurso que mire más allá de la brecha digital; que se inserte en las alternativas a la globalización neoliberal; que se vincule, a la vez, a las preocupaciones de las mujeres que luchan por cambiar sus condiciones de vida y por conseguir la igualdad en los diversos ámbitos de la vida.
- Sally Burch es periodista de ALAI. Ponencia presentada en la Conferencia Know How 2006, México, agosto, en la Mesa sobre "Revisión, crítica y recomendaciones relacionadas con la CMSI", eje temático, "La brecha digital, género y desarrollo".
Notas:
1) Prefiero no reducir esta problemática a la "brecha digital", por las razones expuestas a continuación. Salvo casos particulares (como el empleo y capacitación de mujeres en el área de las tecnologías), la brecha digital no es necesariamente el mejor acercamiento para abordar soluciones de desarrollo en comunicación para las mujeres.
2) La Cumbre se realizó en dos fases: Ginebra, diciembre de 2003 y Túnez, noviembre de 2005.
3) Entre las instancias de seguimiento creadas en Túnez figuran el Foro del Gobierno de Internet y la Alianza Global, ambas de carácter multisectorial.
4) En la práctica, muchas iniciativas de desarrollo han demostrado que, si bien en ciertas condiciones, las TIC pueden ser importantes facilitadoras del desarrollo, a menudo fracasan aquellas iniciativas que las toman como punto de partida o finalidad en sí. Ver, al respecto, el Informe de Desarrollo Humano 2006 del PNUD sobre Chile, que presenta evidencia de que "el uso masivo en Chile del celular, la televisión, la computación, y el Internet no producirán un salto cualitativo hacia el desarrollo humano si, al mismo tiempo, no se crean las condiciones que permitan ponerlas al servicio de los fines de la sociedad y las personas".
5) "CMSI: Construir sociedades de la información que atiendan a las necesidades humanas", Declaración de la sociedad civil en la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información, diciembre de 2003; y Civil Society Statement on the World Summit on the Information Society: "Much more could have been achieved”, diciembre de 2005.
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