Es común oír en los debates en torno al futuro del empleo y la tecnología, que las mujeres estamos perfiladas para insertarnos en los nuevos puestos de trabajo de una manera más desventajosa que ellos. Ciertamente, los empleos más productivos se están generando en lo que hoy se denominan STEM o ciencias duras, ingeniería, matemática, física, computación, etc. En este sector las mujeres tenemos 14% de los profesionales solamente, ocupándonos mayormente de la economía de servicios, donde representamos el 64% del empleo y donde el salario es en promedio, mucho menor.
Entonces, una posible solución al dilema de la inserción femenina en los empleos del mañana, es motivarlas a estudiar carreras más rentables, donde haya más empleo y mejor pago. ¿Es este análisis valido? ¿Es este el único problema que enfrentan las mujeres? Ciertamente es una estrategia a desarrollar para las generaciones que vienen que conformen la clase media capaz de acceder a un título universitario, pero ¿qué hacemos con las que ya eligieron carrera? ¿Y las que no pueden acceder a un título? El universo de mujeres es grande y los problemas que enfrentamos con la tecnología son múltiples. Ergo, merecen respuestas por separado.
Entonces, una posible solución al dilema de la inserción femenina en los empleos del mañana, es motivarlas a estudiar carreras más rentables, donde haya más empleo y mejor pago. ¿Es este análisis valido?
El acceso a la tecnología y la trabajadora vulnerable
Es una realidad ya investigada por diferentes organismos y sabida hace muchos años, no solamente la mitad de la humanidad se encuentra desconectada, sino que además de esa mitad, la mayoría, son mujeres. El analfabetismo digital pone a las mujeres en una situación de extrema vulnerabilidad frente a la estabilidad en el empleo.
No solo las transformaciones en las empresas llevan a que las trabajadoras deban capacitarse para readaptarse a los cambios, sino que los nuevos empleos que se generan tienen exigencias mínimas para poder acceder a los mismos: desde lograr ver una búsqueda laboral en internet o en un buscador de recursos humanos, hasta la exigencia mínima de contar con clave fiscal y monotributo, hacen que un trabajador tenga que tener conocimientos mínimos de manejo en la web.
Mismo el empleo doméstico, con plataformas como Zolvers se enfrenta a un creciente desafío, pero con eso no es suficiente. La inteligencia artificial cada vez más presente en nuestros hogares hace que sea necesario el manejo de electrodomésticos y sistemas por parte de estas trabajadoras para poder sobrevivir en un empleo que parecía exigir conocimientos básicos.
El analfabetismo digital pone a las mujeres en una situación de extrema vulnerabilidad frente a la estabilidad en el empleo.
La inserción laboral está teniendo nuevas barreras. Y esas barreras se generan a diario para las trabajadoras que se niegan o se les niega la posibilidad de aprender a convivir con la tecnología en el cotidiano. Muy probablemente estas trabajadoras son las que más sufrirán en las décadas por venir. La respuesta debe estar presente desde el estado combatiendo el analfabetismo digital en todas las edades y niveles.
Las trabajadoras tecnologizadas
El último siglo, la inserción de la mujer en el mercado de trabajo se consideró una de las grandes conquistas del feminismo. La mujer se introdujo en el empleo de manera masiva, saliendo de los hogares, empoderándose con sus ingresos, manejando sus propias finanzas. Se logró alejar de la casa y del cuidado de la vida por un rato al día, para lograr sus metas y aspiraciones laborales. Las consecuencias de este proceso fueron múltiples y no es nuestra intención analizarlas en este artículo, pero ciertamente esa conquista trajo el debate en torno a la división sexual del trabajo ya que las mujeres pasaron a tener una doble o triple jornada laboral al volver a sus hogares y encontrarse con los quehaceres domésticos.
Una gran conquista fue poner sobre la mesa de discusión y de toma de conciencia social de que ese rol no debía ni podía ser adjudicado de manera automática a la mujer, sino que debía haber cooperación en la casa por parte de todos los adultos responsables a cargo de la familia.
Con la llegada de la tecnología, un nuevo fenómeno empezó a gestarse: la vuelta de la mujer a los hogares. De manera silenciosa, casi imperceptible, la mujer volvió a su casa y el sueño del empleo remoto se volvió una realidad. Empleadas, profesionales, educadoras, científicas y demás, sueñan y elijen un empleo que les permita conciliar su vida personal con la laboral, fruto de conquistas que quedaron a mitad de camino al irrumpir la tecnología.
Este empleo remoto logro aislar a miles de mujeres en sus hogares en busca de una nueva oportunidad de perseguir sus sueños sin descuidar la culpa que genera abandonar por unas horas a los seres queridos… Ese empleo remoto es, en la mayoría de los casos, más precario: cuentapropista, sin salud ni seguridad social, sin jubilación, ni vacaciones, días por enfermedad o feriados. Se trabaja a lo largo de las 24 horas que dura el día repartido cuando se encuentra un tiempo de paz en un hogar con tareas que no paran de llegar, en computadoras, en muchos casos, ya pasadas en años y con conexiones a internet pobres y cortes de luz cotidianos (en la realidad argentina).
Este empleo remoto logró aislar a miles de mujeres en sus hogares en busca de una nueva oportunidad de perseguir sus sueños sin descuidar la culpa que genera abandonar por unas horas a los seres queridos
La lucha de la mujer por salir del hogar parece haber quedado en el camino, cuando masivamente las mujeres eligieron volver a sus casas fruto de haber obtenido un triunfo parcial en la lucha por lograr compartir las tareas de sostenimiento y cuidado de la vida.
Este fenómeno se está dando de manera silenciosa en todos los estratos sociales, atravesando a toda la sociedad. Desde la vendedora, la trabajadora de turismo, la científica, la educadora que ahora da cursos online, la investigadora, la costurera, la contadora, la empleada, por mencionar algunas.
Este fenómeno no está cuantificado y no se está estudiando como un fenómeno a enfrentar en las próximas décadas. De hecho ni siquiera se menciona. Permanece oculto, precarizando y aislando a las mujeres que al no salir del hogar, no solamente será difícil sindicalizarlas, sino que además tendrán consecuencias culturales importantes al no compartir sus vidas con un universo más ampliado: la violencia de género, por ejemplo, se combate sobre todo al compartir experiencias con pares que cuentan lo que les ocurrió y entender que solución pudieron hallar. Esa mujer aislada jamás conocerá esas historias sino a través de la televisión.
El problema no radica en la decisión personal que toma esa mujer frente a la oportunidad que le ofrece la tecnología. Nada de eso. La raíz del conflicto radica en que no se logró una responsabilidad compartida de las tareas familiares antes de que irrumpa la tecnología en nuestras vidas; y a las empresas y sindicatos (también el Estado) que no supieron darle respuestas a aquellos que necesitaban hacerse de un empleo remoto para poder continuar con sus vidas. Cláusulas de tecnología, de posibilidad de trabajar en la casa cumpliendo plazos y objetivos, deberían estar tipificados para que los derechos no se vulneren y se pueda acceder a esta posibilidad cuando el puesto así lo permita y la persona lo requiera.
La raíz del conflicto radica en que no se logró una responsabilidad compartida de las tareas familiares antes de que irrumpa la tecnología en nuestras vidas
Las trabajadoras en el sector formal
Estas trabajadoras se enfrentan a un gran desafío de cara a la revolución 4.0, y es lidiar con las nuevas formas de relaciones laborales algorítmicas. Las empresas hoy por hoy cada vez más tienen sistemas de selección de personal, ascenso y apercibimiento de los empleados realizados por sistemas automáticos de calificación que seleccionan perfiles en base a resultados optimizados. Estos resultados tienen en cuenta información concreta que tiene la empresa y no le importa si la performance de esa mujer es menor que la de su colega porque tuvo un hijo enfermo, un pariente necesita cuidados o por la sobrecarga de información que recibe durante el día debido a que debe manejar su vida familiar a través de un chat de mensajería.
La información concreta y objetiva no tiene en cuenta si la lucha feminista quedo a medio camino y esa mujer hoy tiene una doble jornada de trabajo. Toma la información y la ordena, la optimiza y dice “este merece ascenso” o “este es el elegido”. Esta realidad hay que tenerla en cuenta a la hora de analizar los niveles salariales de las próximas décadas para entender la brecha que existe entre ellos y ellas a pesar de tener sistemas “objetivos” de calificación que no discriminen a la mujer por el hecho de ser mujeres.
Otro desafío que tenemos como sociedad es el de motivar a las mujeres a querer ascender en la escala social y laboral. Así es. Es común encontrar puestos vacantes a los cuales las mujeres no se postulan debido a que no quieren más sobrecarga de responsabilidades o que no se creen lo suficientemente capaces para el puesto a pesar de estar sobrecalificadas. ¿Cómo lograr que más mujeres se animen? La respuesta siempre cae en el mismo lugar: si deseas que esa mujer tome más responsabilidades, hay que sacarle responsabilidades en la casa y compartirlas y ayudarla desde el Estado. No hay otra.
Es común encontrar puestos vacantes a los cuales las mujeres no se postulan debido a que no quieren más sobrecarga de responsabilidades o que no se creen lo suficientemente capaces para el puesto a pesar de estar sobrecalificadas
Nunca fue tan necesaria la política pública para concientizar a la sociedad y ayudar a las mujeres con redes de cuidado eficientes. No alcanza con el discurso de invertir en capacitación. Ese discurso se queda a mitad del problema. Ayuda, pero no soluciona. Si realmente queremos que la nueva era tecnológica sea el momento donde logremos igualar los ingresos de mujeres y hombres a nivel mundial, no queda otra que focalizar el esfuerzo en compartir responsabilidades en el hogar.
Publicado en Emergentes
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