Apuesto mi internet a que una de tus primeras experiencias con lo social digital tuvo algo que ver con sexo. ¿Desnudos no solicitados en tu bandeja de entrada? ¿Cientos de canales IRC relacionados con sexo que aparecían mientras buscabas la sala de chat de la radio local? ¿Pop-ups que saltaban fuera de control en Internet Explorer?
¿O quizás lo buscaste adrede en Lycos? ¿O armaste un sitio en geocities con gifs y música en midi music y un fondo centelleante en el que (apenas visible) escribiste algo sobre sexo? ¿O tal vez eras tú la que te conectabas al canal de IRC #0!!!!!!!!girls_love_sex en Dalnet allá cuando los hashtags eran salas y no palabras clave?
Podemos recordar un tiempo en que conectarse a internet era un remolino de aventuras, acompañadas por esos tonos de discado y facturas telefónicas caras. En las salas de chat y los entornos sociales electrónicos simulados te podrías conectar como cualquiera – o cualquier cosa – diferente cada vez. Durante años, la palabra principal que acudía a la mente cuando pensábamos en aquellas primeras experiencias sociales digitales era “extrañas”.
Hoy las reemplacé por “liberadoras” – quizás en un intento nostálgico de compensar mi entorno controlado en internet hoy – aunque la sensación reminiscente sigue siendo de extrañeza. Pero tal vez así se sentía la liberación en personas como nosotras, adolescentes curiosas, que tratábamos de hallar información sobre sexo porque no venía más rápido ni lo suficientemente real de ninguna otra fuente. Experimentábamos con el género porque podíamos y porque en internet nadie sabía si eras una chica o un chico o ambas cosas o ninguna y las actuaciones florecían. El género se exageraba a veces, y otras veces se subvertía.
Adelantamos rápido 15 años y nuestra relación con lo virtual ha cambiado en forma tan radical que nos encontramos celebrando la decisión de Facebook de incluir en el perfil una larga lista de opciones de género que incluye variedades de trans*. A internet – cada vez más controlada y privatizada – no le importa tu género en tanto y en cuanto esté definido y atribuido a tu nombre real, junto con tu foto real, tu trabajo real, tus sentimientos reales y tus amistades reales.
En ese salto entre los experimentos de género por IRC y las campañas de género por Facebook, las feministas siempre pensaron críticamente sobre cómo se relaciona internet con nuestras luchas por la autonomía corporal y la liberación. La necesidad de (re)pensar continuamente sobre los contextos digitales en los que vivimos una parte significativa de nuestras vidas nos lleva a publicar esta edición sobre sexualidad, derechos e internet. Nos apoyamos en conversaciones iniciadas en nuestra reunión de abril sobre #imagineafeministinternet para hacerte llegar una edición que habla de vigilancia, deseos marginados, activismo digital, anonimato y mucho más.
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